Intimidad

Una habitación de un hotel cualquiera, 34 €. El cuarto de baño está semi-iluminado por una luz bailarina que imprime en las paredes el movimiento de pequeñas velas. Habita un sosiego acompañado por leves sonidos de las microolas que generan dos cuerpos desnudos en la bañera, uno frente al otro. Ambos, sin nada que les cubra física o emocionalmente, se hablan y se acarician con la misma suavidad.

- Sé que algún día me serás infiel, lo sé. Cuando eso ocurra, conocerás a otras mujeres y sin lugar a duda me amarás más que nunca. Tú cambiarás, las piernas donde duermas serán distintas, pero tu corazón siempre me pertenecerá.

- ¿Tengo que engañarte para amarte?

- Tienes que hacerlo para saber cuánto me amas.

- ¿Eso me convierte en una especie de Ulises como en "Son de mar"?

- Tal vez

- Yo creo que te equivocas. Sé que otras mujeres pueden ser maravillosas, pero sólo tú eres quien eres. Sólo tú podrás hacerme sufrir de verdad o llorar de alegría. No necesito dormir abrazado a piernas extrañas para saber eso.

- Puede, pero algún día te lo cuestionarás y entonces yo sabré que me amas con todo tu corazón. Porque no quiero sólo un trocito de él, lo quiero todo entero.

- Dale a más agua caliente y bésame...

Y esa noche, dos almas que nunca llegarían a comprenderse, pero que nunca dejarían de amarse, hicieron el amor como sólo ellos dos sabían.

Paradógicamente bueno (Capítulo 3)

La gente se quedaba mirándolo como si de una especie de cámara oculta se tratase. El viejo iba totalmente escarranchado, dando la impresión de no haber podido controlar los esfínteres y llevar una enorme plasta recolgando en los calzones de hacía 30 años. El brazo no podía estar más recto. Y de esta guisa se presentó en la comisaría. Muy diligente se dispuso a comentar que dicha mochila la había "encontrado" en la estación y que ahora, como buen ciudadano, dejaba la responsabilidad a las autoridades para que ellos hiciesen lo que estuviese en sus manos. La agente, con el terso bien recto sin mostrar ni la más mínima empatía por el acto bondadoso del señor, abrió de golpe la mochila negra para ver qué había en su interior. Plam! un enorme golpetazo de terror instantáneo sacudió al pobre anciano, que quedó paralizado, blanco, sin poder articular palabra...allí no pasó nada, seguía vivo (eso parecía), ninguna explosión, nada de sangre, nada de restos calcinados...su miedo fue convirtiéndose en curiosidad (esa que llevo a hacerse con el preciado tesoro que ahora había entregado) a medida que veía cómo las órbitas oculares de la señorita policía se iban haciendo má grandes. "¡Virgen Santísima!" El viejo no podía más y se avalanzó contra el mostrador, se precipitó a ver el maldito contenido...Jo-der...."¡¿pero cuánta pasta hay aquí?!"....la cara del señor fue realmente anecdótica, una medio sonrisa patética con sudor frío. "De verdad, señor, es el gesto más humilde que nadie ha hecho desde que llevo aquí, enhorabuena" "Sí,.......bueno, je......es que........no era mio (snif snif) y.....supongo, sí, supongo que era.....mejor........entregaaarlo (snif snif)".

El anciano salió de casa, como todas las mañanas, se dirigió a la estación. En la entrada cogió el periódico gratuito, lo extendió ante su cara mientras iba pesadamente caminando. "Entrega en comisaría 500.000 euros que se había encontrado", rezaba uno de los titulares. Se sentó en el banco. La gente pasaba sin notar la presencia del menudo cuerpo del anciano. Suspiró, dejó el periódico doblado a su lado y se puso a ver la vida pasar.

Paradógicamente bueno (Capítulo 2)

El viejo ahora miraba con los ojos desencajados el tesoro robado. Toda la energía que había precedido en el acto semidelictivo se había convertido de repente en puro pavor. Empezó a sudar y ya no sabía qué hacer con ella. Se armó de valor y decidió, no sin mucho cuidado, volver a sostenerla, para comprobar el peso de la misma. Este acto tampoco le resolvió nada, porque ,la verdad, no sabía cuánto pesaba una bomba. A pesar de todo, pudo comprobar que era un peso considerable...antes no se había dado cuenta del mismo, sólo pensaba en llegar cuanto antes a su guarida. Volvió a dejarla encima de la mesa, con tal mesura que parecía que nunca llegarían a coincidir la superficie algo rasposa de la mochila con la lisa del mandil. Finalmente posó el objeto y se echó las manos a la cabeza. Después las manos bajaron a las caderas, y la mirada seguía siendo desencajada. "¿Y ahora qué hago?", masculló tembloroso en voz alta. Parece ilógico que cuando somos jóvenes y nos queda todo por vivir tengamos tan poco respeto a la vida y nos volvamos tan temerarios, mientras que conforme avanzamos en la edad y ya nos queda poco por esprimir de esta vida, tengamos tanto miedo a todo y vayamos con tantísimo cuidado para que no nos pase nada. Por supuesto tiene su motivo, en cualquier caso no nos compete estudiar aquí el tema, sobre todo teniendo en cuenta que el viejo sigue deshidratándose en sudor. Haciendo honor a la edad correspondiente, le pudo el respeto a la vida, por no decir "le pudo el miedo a morir". La prudencia hizo su aparición estelar. Se sintió confortable al haber encontrado una solución a tan peliguada situación. "Es mejor no arriesgarse y llevarlo directamente a la policía", sentenció reafirmándose con un movimiento cervical que denotaba un sí repetitivo. Lo realmente correcto, en cualquier caso, hubiese sido llamar a la policía para que ésta se personase...si es que realmente la mochila albergaba una bomba...Agarró la mochila por el asa, con el brazo extendido, alejándolo lo más posible de su cuerpo (¿de verdad pensaba que la distancia de su brazo era suficiente para librarle de la posible explosión?). Abrio la puerta y con una postura caricaturesca se dirigió a la comisaría más cercana.

Paradógicamente bueno (Capítulo 1)

Hacía más de media hora que la mochila de color negro yacía sobre el suelo junto a la pared. La estación estaba desierta. El viejo la miraba pensativo durante un instante en su soledad y rápidamente revisaba el resto de la estación por si se percataba de alguien más en ella, por si alguien más le estaba mirando o era el propietario de la mochila. Tras repetir la acción unas seis veces, soltó el diario gratuito que había recogido nada más entrar y decidió hacerse de dicha mochila. Con cada paso tembloroso de unas piernas ya débiles desde hacía años, sentía cómo una emoción le embargaba. Todos los días, desde la muerte de la que fue su pareja, pero nunca su amante, iba a la estación. Dejaba que el tiempo le fuese arrebatando segundos de su vida, mientras contemplaba al resto del mundo a toda velocidad. Nadie se daba cuenta de su presencia, a nadie le importaba, no era nada para nadie ya...Un paso más, una energía vivaz le comía por dentro. ¿Qué sería lo que escondía esta mochila?¿Qué secretos guardaba? Estaba eufórico por la idea de descubrir algo nuevo, esa incertidumbre voyeur por observar lo de otros. Apresó el objeto codiciado, se lo clavó directamente bajo el brazo, y salía caminando a tal velocidad que parecía imposible que se tratasen de las mismas piernas de justo unas horas antes. Llegó, lógicamente, más rápido que nunca a su humilde piso. Era un pequeño estudio en una primera planta que podía permitirse pagar gracias a las ayudas del Estado y una pequeña suma de dinero herededa de su familia. Casi ni pudo abrir la puerta por el temblor continuo de una mano que de por sí ya temblaba, sin necesidad de ningun estado alterado. Cerró con ímpetu la puerta y se dirigió sin vacilar hacia el salón donde abriría, cual cerdo en canal, al guardián del secreto. Dejó la mochila sobre la destartalada mesa, que llevaba uno de esos mandiles de plástico y con un colorido apagado por el paso del tiempo. Cuando parecía decidido a abrirlo, algo fue directamente a su sensación del miedo...¿y si la mochila se trataba de algo más siniestro?¿Y si resultaba ser una de esas bombas que ponían los terroristas? Él era viejo y le quedaban no muchos más años, sobre todo si seguía con la vida monótona e insípida que llevaba, aún así no quería abandonar la vida de forma tan brusca...y llegó la compañera duda...y no sabía qué hacer.

El vagón

Tras la última vuelta de llave, la pesada puerta se abrió sin ese característico quejido por falta de grasa. La casa estaba a oscuras, lo que resultaba mucho más que normal; de no haber sido así, se habría quedado paralizado por el susto. Todavía con el peso de la bandolera, cargada de libros, sobre su hombro izquierdo, soltó el juego de llaves sobre la encimera. A medida que avanzaba por el anguloso pasillo, iba encendiendo lámparas y luces. Llegó al salón, presionó el último interruptor en su recorrido y se dejó caer con plena confianza sobre el sillón, que resopló con indignación al recibir aquel cuerpo muerto. Al mismo tiempo, la bandolera fallecía sobre el suelo, pegada a los pies de su propietario, como si de un fiel perro se tratase. Inspiró con toda profundidad y se desinfló con la misma fuerza. Su vida estaba plagada de costumbres, rutinas, horarios, gestos marcados en una vida de días grises. Tanto al ir, ocmo al volver del trabajo, veía siempre los mismos rostros en el metro, aunque las personas que los llevasen fuesen distintas. Su mente dejaba de funcionar con el sonsoneque pesado, en la claro-oscuridad del subsuelo. Todo eran caras que confundían cansancio, tristeza, aburrimiento, desconfianza, infelicidad...Llegó a su parada, se aferró a la barra y a su mochila y se impulsó para salir del vagón. Justo él salía, justo ella entraba un par de vagones atrás. Una línea imaginaria de milisegundos conectó dos miradas que buscaban a otra persona. Morena, pelo rizado y recogido por un cintillo, jersey rojo de punto, pantalanos (al parecer) vaqueros de color oscuro, bandolera más jovial que la suya (la cual era de un aspecto mucho más formal)...el resto de figuras entraban y salían borrosas. Sólo sus ojos fueron grabados...Ahora resopla en su sillón al recordar ese intenso momento, pensando en qué pensará ella. Disfrutó así con la idea de volver a ir al trabajo (sensación borrada desde hacía ya mucho), de volver a coger esa misma línea, con la estúpida esperanza de volver a verla, con la estúpida esperanza de que sus vidas se cruzasen de nuevo, aunque sólo fuese a través de una línea imaginaria que mantuviese sus miradas unidas por milisegundos.

Desgranando secciones cerebrales (6ª parte)


Y últimamente los días pasan sin que escriba nada. Esto es un síntoma de una enfermedad autoimpuesta. Hace algunos días (no sé cuántos ya la verdad) se estuvo hablando del por qué se escribía en un blog, razones puede haber casi tantas como personas que lo escriban. Para mí era una necesidad, un algo que sale y que debe ser compartido. Si quisiese solo soltar lo que dentro de mí burbujea, escribiría un diario. La maravilla del blog es que me permite ver que otros pueden sentir lo mismo. De hecho, todos amamos, odiamos, recordamos, vivimos y morimos...todos experimentamos casos únicos en nosotros mismos y que sin embargo se repiten siglo tras siglo, ligado a una de tantas secciones cerebrales. Mi blog es mi vida. Aunnque gran parte sea ficticia, sigue siendo mi vida, y la vida de los demás. Al ver que últimamente no escribo, me dí cuenta que es porque no quiero sentir...suena raro e imposible, lo es. Pero recientemente estoy "cerrando el corazón por vacaciones" (o la mente, ya hablé de la dicotomía entre mente-corazón a la hora de hablar de sentimientos). Necesito ese tiempo de soledad completa que sólo consiguen los monjes (cuidado, no quiero ser monje!)...Cuando hay tormentas convulsas en tu cabeza, es mejor esperar a que el tiempo pase, sin añadir nada más al gran caldo de cultivo cerebral. Es como un estado de colapso o el típico "sa quedao' pillao" del ordenador cuando se sobrecarga de programas. Eso repercute en mis ganas de diseccionar lo que pasa entre las circunvoluciones cerebrales y dejo a un lado mi tan querido y necesario blog...en fin, espero que sólo sea un resfriado, y la muestra de estornudos blogueriles desaparezca pronto. Besotes a todos!

Lluvia de lágrimas


MusicPlaylist
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Terminan el café que su padre le invitó, justo en el bar de siempre, al que siempre acude por las tardes, el bar que recuerda de niña. Es el último sorbo antes de irse. Ya llegó el autobús que le trajo de vuelta a su tierra querida, la añorada. Se despiden del camarero con la confianza guardada tras muchos años. Su padre le abre la puerta con la mano libre del paraguas. Hoy es un dia lluvioso. El cielo está gris. La luz es apagada. Es la imagen grabada. Aspira todo lo que puede, recoge todo el aire que necesita antes de volver a Galicia. Las montañas sinuosas que justo tiene en frente son el paisaje que irá recorriendo junto a la costa. Las mira pensativa, saboreando algo tan precioso y característico, que les diferencia del resto de la península. En muchas partes estuvo, muchas veces se enamoró de ciudades. Pero nada comparado con aquella tierra. Sonrie a su padre. Él le da un abrazo afectivo, entiendiendo sin decirse nada lo que está experimentando. Es una despedida dura, pero no triste. Ha vuelto a ver a su familia y ahora simplemente tiene que volver. Al llegar al autobús, y tras dejar la maleta cuidadosamente colocada junto a la pared del maletero, se abraza a su padre. No se sueltan. Todo el mundo subió ya, ellos siguen bajo la lluvia y un paraguas que los protege unidos fuertemente, con lágrimas deseando salir. No necesitan decirse nada. Todos están contentos tras la pena. Ella sube poco a poco la escalera del bus. Y se dirige directamente al final del mismo. Las gotas de lluvia golpetean las ventanas laterales. El cristal del fondo recoge una continua carrera de lluvia por su superficie. Él está saludándola con la mano que tiene libre. Todo está solitario, de color gris. De fondo un coche que pasa de la gasolinera y se aposta no muy lejano al padre. Mientras puede leer una frase de "te quiero" en los labios, un hombre se baja presuroso de la puerta trasera. Ella ve la pistola. Grita enmudecida. Él se gira. Recibe dos disparos. Cae en el acto. Un rio de sangre se difumina por la carretera mientras la lluvia limpia el cuerpo inerte, mientras su hija va muriendo dentro...

Cuatro elementos: Fuego

Fuego. Mi cuerpo está ardiendo en llamaradas inextinguibles. Todo comenzó con una chispa, el simple chasquir de los dedos prendió la mecha explosiva. Un horno interno comienza a difundir su calor por el largo recorrido del cuerpo frio. Unos labios jugosos besan y muerden los mios. El incendio parece que tiene distintos focos. Mis mejillas comienzan a sonrojarse, no por pudor, hace tiempo que lo perdí. La energía se expande. Recorre electrizante un camino invisible, insensible hasta llegar a su motor. Mis latidos se aceleran. Bombea sangre y con ella escupe ráfagas de energía que me sigues regalando con tus besos. Sé que tengo el corazón a su máximo rendimiento. No lo escucho. Sólo oigo nuestras respiraciones abrazadas. La ropa molesta ya, noto que me ata, que me asfixia. Me tumbo sobre ti en una lucha amorosa ancestral. Ardes. Ardo. Somos fuego. La llama es vigorosa, rojiza, baila con el aire, al igual que nosotros. Llega a la cúspide, es vivaz, fuerte. Más tarde desaparecerá, se mantendrá agazapada y dormirá hasta el próximo chasquido de tus dedos.

Cuatro elementos: Aire

Hoy, al abrir la ventana, la brisa acarició mi mejilla. Me recreo en la, quizás empalagosa, idea de que éste mismo aire es el que, no hace mucho atrás, besó tu cuerpo. Te echo de menos. Recuerdo instantes de belleza. Una habitación cerrada, un aire cargado. Cada exhalación, cada goce, cada gota de sudor evaporada empaña aún más el cristal frío de la ventana. El cuarto, guardián de innumerables secretos, pesa al respirar...Añoro lo agradable de tu risa, el sabor de tu piel...Mi lengua recorre un país queratinizado, con una búsqueda constante. Dejo rastros sobre tu cuerpo, pistas a seguir hacia lo más deseado. Después, mi soplido se deja guiar por donde mi lengua surcó tu mar. Una oleada de frescor dejada tras mi caricia airosa eriza tu piel...fffuuuu viajo por el paisaje firme de tu rodilla...fffuuuu me deslizo por el tobogán de tu cuello...fffuuuu marco con mi aire el nexo entre tus senos y el ombligo de tu vientre...fffuuuu acaricio con mi soplido una ingle inquieta...Recuerdo abrir allí también la ventana. El aire fresco entró apresuradamente, ocupando ansioso el hueco que dejaba el aire cálido al huir. Mi piel respondía al nuevo invitado y agradecía el regalo tras la maravillosa agonía de sudor.

Cuatro elementos: Tierra

Brota barro de la roca. La tierra nos regala un baño de salud. Mis pies, cubiertos de arena, se aferran a la roca, y me sostienen en la búsqueda de más unguento. Mis manos recogen todo lo que en ellas cabe. Está frío. Cubiertas de barro, se posan en tus hombros. Con mis pulgares subo por tu cuello, dibujando una carretera de barro desde tus clavículas hasta tu mentón. Todo es muy suave, mis dedos se deslizan por ti. Cierras los ojos, cubro, con pequeños masajes, tu delicada cara. Desde el centro de tu frente, en círculo, hasta las mejillas rosadas. Tu diminuta nariz queda igualmente cubierta. Bordeo los labios que me alimentan. Vuelvo a tus femeninos hombros. Inspiras, nerviosa. Moldeo tu pecho, con barro, con mis manos y rodeo unos senos que agradecen la frescura que te regalo. Cruzo tu tronco hasta el ombligo, con la palma de mi mano bien extendida, y abrazo tu tripa. Te hago girar sobre ti, y una espalda de melocotón permanece intacta, ignorante de lo que su parte opuesta acaba de sentir. Comienzo en tu cadera, con los dedos de mi mano mirando hacia tu cuello, ya cubierto. Subo, lentamente, palmo a palmo, sin prisa. Llego a mi destino. Bajo hasta tus muslos. Hay silencio entre nosotros. Yo hablo con mis ojos y mis manos. Tú hablas con tus respiraciones. Mi niña tierra, quédate junto a mí.

Cuatro elementos: Agua

Aspiro el salitre con los ojos cerrados. Al abrirlos, se muestra ante mí una gama de azules intensos. Son dos bloques principales lo que llega a cubrir mi vista. Un cielo totalmente despejado, con ese azul monocapa, suave, liso. El segundo bloque es el azul del mar, profundo, irregular, con tintes plateados. Nadas en mitad del mismo, sin apreciar que lo que baña tu cuerpo apagó los volcanes más intensos hace millones de años. Esta reflexión me resulta paradógica: lo mismo que extinguió las inestables erupciones de la Tierra, provoca en mí una explosión cual volcán joven, fuerte, convulso. La playa nudista se encuentra desierta de una humanidad pudorosa. Me dirijo a ti. El poder de atracción del mar, o de ti (no sabría muy bien distinguir), bloquea por completo el frío gélido que sienten mis piernas. Completamente cubierto por agua, nado hacia ti. Me esperas, sonriente, manteniéndote con movimientos muy suaves. Alcanzo a hacer pie. Tú no. Te abrazas a mi cuello y las piernas desnudas se elecan hacia la horizontalidad del mar. El agua resbala por un cuerpo limpio, puro. Definitivamente hemos dejado de nadar. Nuestras cabezas se unen, a lo lejos, rompiendo el azul de contrastes, unidos fírmemente por un beso que jamás desaparecerá de nuestros labios.

Voy a serte sincero

Voy a serte sincero. Tengo miedo a darte más de lo que puedo darte, de entregarme o de saltar al vacio. Me pierdo con enorme facilidad entre indicaciones confusas. Estoy siguiendo unas huellas marcadas en el desierto y me encuentro con un laberinto a modo de jardín que brota desde lo estéril del suelo que piso. Es precioso, pero intrincado y cuyos pasadizos lo mismo me pueden llevar tanto a una preciosa salida al otro lado, como a enredarme hasta la eternidad entre sus fauces.

Hay algo en ti que me susurra al oido que entre, pero otra parte tuya me sugiere lo contrario. hay algo en ti que me muestra lo cálida que eres. Me siento a gusto entre tus manos y sueño despierto con que me sujetas con ellas la cabeza. Me pierdo en una nube, con esa cara de lelo, de dejarse amar... me emboba cuando tu mirada y tu sonrisa, cómplices, me regalan un abrazo impetuoso. Escondido entre palabras, entre gestos, agazapado entre dimes y diretes...estoy aquí.

Voy a serte sincero. Los juegos de tiras y aflojas a veces me sobran y me gustaría que todo cambiase para que pudiese acariciarte y quitarte la "armadura oxidada". Desnudarte emocional y literalmente. Dormir abrazado a ti toda la noche. Voy a serte sincero, hay algo en ti que me corroe en intenso gusto.



La petite mort

Y sacado del gran blog Desangrando atardeceres, aquí os dejo una pieza de arte que recoge en gran medida un cierto grado de mi Visión Erótica...palabras en movimiento que recrean imágenes que se instalan en nuestra mente, a camino entre el recuerdo y la fantasía...

Desgranando secciones cerebrales (5ª parte)

Y después de mucho tiempo, vuelvo a mi adicción...que por cierto, pude comprobar que la mejor terapia para alejarse de tan magnífica droga es un buen ataque de rhinovirus. Durante este tiempo no he cavilado sobre ninguna historia y las únicas vueltas que daba era sobre mí mismo en la cama. Pero viendo las noticias, supe que la siguiente parte de mi "desgranando secciones cerebrales" (que cada vez se convierte un poco más en un diario personal) tenía que hacer referencia a un par de cosas que me sacan de quicio (aunque por supuesto hay muuuuchas más). En primer lugar, me gustaría mostrar mi repulsa hacia el asesinato de Álvaro Ussía y hacia cualquier tipo de violencia u opinión por la fuerva bruta. Pero hay algo en este caso que no llego a soportar. Me parecen geniales todas las medidas que actualmente se están llevando a cabo, incluida la última, que transformará el local en una biblioteca que llevará el nombre de la víctima. Ahora bien, me fastidia enormemente que haya tenido que ocurrirle a un joven de buena posición para que el ayuntamiento de Madrid comience ahora a cortar cabezas. ¿Qué demonios pasa con los otros chicos que han sido golpeados, incluso algunos hasta la muerte? ¿Por qué no se tomaron medidas en ese momento?¿Sólo porque no les importa a nadie, ni sus familias pueden ejercer la presión que ejercen otros?...En fin, no me quiero meter tampoco a levantar ampollas ni quiero una partida de personas asustadas por lo que digo...El otro asunto que me indigna es el típico comentario en las noticias de..."seguimos pendiente de la situación de los ESPAÑOLES en..." Lo digo porque, en fin, ¿no podemos estar pendientes de la situación sin más? ¿acaso los españoles que se encuentran en una zona de conflicto son mejores que los que viven allí?¿No nos debería preocupar por igual la situación de los habitantes de la zona? ¿No son personas también?...Quizás sólo sea que soy un gruñón que le saca punta a todo...

Desgranando secciones cerebrales (4ª parte)

Y el tiempo pasa, y los recuerdos los vamos acumulando tanto en las estanterías oxidadas de nuestro cerebro, como en las cajas de un trastero lleno de polvo y opiliones (arácnidos más conocidos como morgaños, por lo menos en mi tierra). Ya tocaba: limpieza de trastero y visualización de miles de cosas antaño queridas y conservadas en el olvido. Me topé con viejos sentimientos, viejas fotos, viajas costumbres y viejos dibujos...de los cuales me ha parecido curioso ver cómo cambió mi estilo y lo abandonada que dejé dicha afición. Os muestro unos bocetos de una serie de "hadas" que dibujé en el 2005. Ala, desgranada otra parte de mi sección cerebral: mi deseo por dibujar y mi perrez por hacerlo.

Sábanas colgadas en los balcones


Se abre la escena, aparece una cama de sábanas blancas vista desde arriba. Justo en el centro, dos cuerpos desnudos, el tuyo y el mio. Mi cabeza descansa en tu sinuoso pecho. Tú me acaricias el pelo, jugando con los rizos rebeldes. Mi brazo rodea tu cadera y nuestras piernas se entremezclan en enmarañada confianza poética. Las sábanas están revueltas y se precipitan en cascada al pie de la cama. Domina el silencio que nos regala la certeza de nuestra complicidad. Mi mente, apoltronada, sólo ve figuras borrosas y una piel a ojo de lupa, un ombligo algo más allá que absorbe todo mi deseo. Pienso en todo lo que te quiero decir. Resulta que no puedo decirte nada. Cada palabra que salga por mi boca puede ser el punto que rompa la terrible perfección del momento. Hasta un "te amo" sobraría, ya desgastado, en nuestra blanca habitación. Es el silencio y las caricias la mejor manera que tenemos de hablarnos. Mientras comienzo el viaje por el interior de tus eternos muslos, me dejo caer en la somnolencia de tu jugueteo con mi pelo. Miro hacia arriba, me sonries, nos besamos, me sujetas la cara, nos perdemos en el río de las sábanas y caemos por la cascada...

Sin_tí-tulo

Por las noches cálidas de nuestros cuerpos. Por la complejidad y sencillez tuya y mía. Por las turbulencias en un mar alejado y la sequía en tus abrazos. Por esas tardes eternas de café edulcorado. Por las tardes tranquilas de relojes muertos. Por tus incoherencias. Por las mias. Por embarcarnos hacia la cascada sin cinturones de seguridad. Por volar tan alto hasta perder de vista el suelo. Por las canciones de un disco rayado amenizando la cena. Por nuestras convergencias y nuestras divergencias. Por nuestra libertad, absurda libertad. Por perdernos entre las calles de una ciudad prohibida. Por todas esas veces que te dije "te quiero". Por todas esas veces que me dijiste "cielo". Por el azul de las aguas donde nos bañamos, limpiando nuestros cuerpos de leche. Por los bailes entre luces de neón. Por tus susurros. Por todo aquello que NOS quisimos dar. Por todo aquello que NO quisimos dar. Por las carreteras recorridas y que quedaron muy atrás. Por todo y por nada. Por la mujer que eres. Por el hombre que soy. Hemos terminado.

Humor entre difuntos

Caso 1. Análisis de contexto: el sildenafil, más conocido como viagra, pretendía ser en un principio un regulador de la hipertensión y como paliativo a la angina de pecho. Resultó que las mujeres de los receptores acababan muy contentas con el experimento y pedían que no se concluyese el mismo.

Señor X: enfermo terminal, con problemas cardiacos cuya esperanza de vida ronda el 0%.

Actuación clínica: dosis, desconozco el porqué, de una sustancia similar a la anteriormente mencionada poco antes de la defunción del señor X.

Resultado: dos hijas desconsoladas y preocupadas por el hecho de no poder bajar, ni con diferentes utensilios de peso, el miembro mega-erecto de su padre; teniendo que cancelar el deseo que tenían las mismas de mostrar al difunto con el ataud abierto (me pregunto si el ataúd pudo llegar a cerrarse...) y con una denuncia al hospital.

Caso 2. Análisis de contexto: es conocido, aunque sorprendente, el hecho de que algunos muertos, no solo dejan de vivir, sino que durante un tiempo pueden expulsar el aire guardado en los pulmones, defecar, incluso sufrir una erección, y por supuesto, tirarse un rotundo pedo.

Señor Y: difunto de etnia gitana, sin ninguna actuación clínica dudosa, que reposa en el velatorio rodeado por todos sus seres queridos.

Hecho: el difunto, haciendo alarde de los posibles mencionados, rompe el continuo llanto con un más que sonoro pedo.

Resultado: todos los familiares, amigos, conocidos, vecinos, etc salen despavoridos y con un color blanco pulcro en sus caras, huyendo como si de sus vidas se tratese del fantasmagórico tanatorio.

Atemporal 20.0

Han pasado veinte años desde la última vez que nos vimos. Tu pelo se ha vuelto plata, olvidando su color azabache. Tu piel está dibujada por arrugas, como un gran desierto que esconde grandes secretos. Tus ojos se han vuelto profundos, mucho más de lo que recuerdo, penetrantes y apacibles, como si con el paso del tiempo se hubiese encontrado la mezcla perfecta. Ya no eres tan alta y te aproximas cada vez más a la Madre Tierra. Tus movimientos parece que dejaron de ser rápidos y firmes...ahora son pausados, como si saboreasen cada paso. Tus dientes cayeron, y en su lugar hay una blanca sonrisa de quita y pon. Ya no vistes igual, dejaste tu ropa colorida y que mostraba generosas partes al descubierto, y prefieres algo más formal, práctico y recatado. El olor a champú no es el que tengo grabado en mi memoria. Tus besos no son iguales...ni peores, ni mejores, sólo distintos.

Han pasado veinte años, y tu imagen no es la que guardaba en mi recuerdo. Aún así, sigues siendo tú. Aún así, te sigo amando y deseando como el primer día.


Solo en el azul


Y aquí me tienes, encerrado entre un beso y la nada. Día y noche, tu recuerdo sigue en mí. Tus cálidos labios que una noche robé entre tus sueños y los míos, me calienta el corazón y me lo enfría al mismo tiempo.

Solté las amarras del barco, te dejé sola para que pudieses navegar. Yo naufrago, con mi barquita, sin rumbo fijo. Dos remos como mecanismo, esperando que algún día, en el inmenso mar, nos crucemos a solas.

Al ver tu piel, todo está de color anaranjado. Mi dedo recorre palmo a palmo mi fuente de inspiración. Pero tú no estás conmigo, y no te puedo raptar.

El sol aprieta. Mi barca vara conmigo deshidratado dentro y bebo gotas de fotografías que mantengo guardadas en la sala oscura de mi corazón.

Tengo mi barca, tengo dos remos, fotografías que se consumen y que me sirven de fuel para seguir remando, me tengo a mí y tengo un horizonte a batir. Tanto si estás como si no, remaré con fuerza, rebasando el infinito, usando tu recuerdo y mis fotografías como combustible.

Parábola del burro

Kharim no podía creer que la prematura muerte de su padre, el rey Duhalim, le convertiría a él, jefe de Estado con tan sólo 15 años. Idolatraba a su padre. Fue un gran líder, llevó a su pueblo a alcanzar cotas de bienestar impensables para la época, donde la igualdad, empezando por ellos mismos, era una máxima. Fatima, la madre de Kharim, no podía asumir ni el cargo de reina y el de regente, puesto que se hayaba postrada en cama en la fase terminal de una extraña enfermedad. El joven príncipe, e inmediato rey, debía aprehender cómo dirigir una nación sin haber tenido tiempo si quiera de asimilar el fallecimiento de su padre. Cuando le dieron la fatídica noticia, junto con el programa al cual debería llegar lo suficientemente preparado, Kharim explotó de pavor y no pudo más que salir corriendo, gritando a corazón abierto su incapacidad para ser rey. Llorando en los Jardines Reales fue donde Foued, su gran consejero y amigo, lo encontró.

- Sólo soy un niño príncipe, Foued, no puedo llegar a ser el rey que fue mi padre - le confesó Kharim entre sollozos.

- ¿Sabe, majestad, cómo consigue el hombre que el burro suba la montaña?...la bestia, por sí misma, sólo ve la montaña y se niega a poder alcanzar dicha altitud, ¡porque no es capaz! Es por eso que siempre lleva las anteojeras, así sólo mira al suelo y consigue, paso a paso, alcanzar la cima más alta que se le presente - le respondió Foued.

Hate (homenaje a la semana del odio)

Sigue obligando, imponiendo su criterio, pensando que si más grita, más razón tendrá. No vuelvas a agarrarme el brazo. Mientras su jodida y huesuda mano está alrededor de mi brazo, "indicando" que es él el que manda y a quien tengo que rendir pleitesía, mi puño se cierra tanto, tanto, que las uñas comienzan a clavarse muy hondo en mi piel. Mi mandíbula rechina, por la tensión, cada vez más acumulada, que noto sobre todo cómo se prolonga en mi brazo, cómo si estuviese dejando de ser parte de mí. Comienza a temblar, no por nervios, sino porque ya no puede albegar más odio. Tiene que explotar. A pesar de escucharse como ruido de fondo su odioso sonsoneque del "ordenoymando", se sigue metiendo directo como un sonido más que estridente en lo más profundo de mi alma. No me relajo, a pesar de inspirar hondo. Cállate, cierra tu jodida boca ya y sobre todo, suéltame ... suél-ta-me ... como quien enciende una cerilla, su última "grandiosa" sentencia sirve de chispa. En su interior ve con toda claridad, a cámara lenta, el nacimiento del fuego de la cabeza de la cerilla. Mi brazo actúa a voluntad propia, arranco mi extremidad de entre su asquerosa mano, mientras mi otro brazo se posiciona con el puño tan cerrado que a penas se detallan los dedos. Él pierde su postura erguida por lo inesperado del rápido movimiento. Su cara: el objetivo directo de la fuerza acumulada. Cae en seco, y se queda tirado sin moverse. Yo respiro entrecortado..."¡Que no me toques, gilipollas!"

Tentación

He venido yo solo al bar de mi camarera de labios exultantes. Me he sentado en una de las mesas altas del centro. Justo entonces entra ella, con él. Desde el primer momento en que la puerta comenzó a abrirse, mis ojos se clavaron en los suyos. Los de ella se clavaron en los mios. Rie, en la barra, con su pareja, pero su mirada se dirige a mí. Debería dejar de mirarla, pero mi razón no concuerda con mi deseo. Su mirada se vuelve cada vez más felina. Cuida al detalle sus gestos. Desde mi pequeña mesa en el centro, veo que su continuo jugueteo con el pelo me lo lanza a mí, y no a él. Me siento tenso. Me gusta. Me asusta.


Ha empezado a morder la pajita del mojito que mi camarera le sirvió. En un momento, se ha mordido un poco el labio, como queriendo esconder un deseo incontrolable, ardiente, que va creciendo en ella. Se le ve cada vez más alejada de la conversación y más preocupada por responder a mis ojos.


Ahora parece calmada. Me ha dedicado una sonrisa, algo más que picarona. "Voy al servicio", rescato de entre sus labios. Él se apoya, inocente, en la barra y continúa bebiendo su refrescante mojito. Dios, joder, se está acercando...pasa cerca, muy cerca,...se detiene justo a mi lado, algo adelantada. Me acaricia la mano. Me quedo helado en movimiento, ardiente en pasión. "Te espero", me susurra y se va como el humo....Miro fíjamente la puerta del servicio de chicas...y ahora, ¿qué hago?

Desgranando secciones cerebrales (3ª parte)


Me gusta caminar a solas por la noche. Claro está, es algo que puedo hacer ahora, ya veremos cuando esté en Madrid. Un silencio maravilloso. Nadie por las calles, ni un ruido. Caminar por la noche me regala todo lo necesario para poder pensar sin interferencias. Casi nunca llego a ninguna conclusión, porque suelo quedarme embobado en la belleza nocturna.

De entre el baúl que tengo por cabeza, encontré un miedo y un deseo, que se unen siendo el mismo: ese beso que pare el tiempo. J'ai peur. Todo lo que me ha pasado, a lo largo de mi vida, todo quedó ya en pasado. Siento que de vez en cuando es necesario un formateo. Quiero darle al reset, poner el contador a cero, desde la Puerta del Sol, desde el Km 0. Donde todo lo que haya antes no deba preocuparme, tan sólo lo que ocurra a partir de entonces.

El blog es ahora mi gran aliado, mi gran adicción. Aquí escupo lo que pienso, lo que siento, lo que supuestamente he llegado a sentir, lo que sentiré, lo que me imagino, lo que me da la real gana, lo que he visto...Pero no soy sincero; casi nunca me expongo en realidad, aunque parezca lo contrario. Tengo un gran miedo: la soledad, en todos su sentido. Me gusta estar solo y, desde luego en mi situación actual, lo valoro como si de oro se tratase; pero el sentimiento de soledad...duele tan tan tan profundo, que le tengo verdadero pánico. Y hasta aquí puedo leer, porque más no quiero desnudarme. Descansen señores, y no lloren por el final del domingo, porque surge una semana nueva en cuyas postrimerías nacerá un nuevo fin de semana.

Tu Voyeur

Me he vuelto invisible. Como cualquier otro, lo primero que hice fue ir a verte. Esperé sentado durante toda la tarde, frente a tu puerta, hasta que llegaste. Me coloqué tan cerca de ti, mientras abrías la puerta, que llegaste a sentir mi respiración. Te volviste, me asusté. Tu mirada hacia ningún lugar. Mi mirada clavada en tus ojos. Soy invisible, pero seguía notando mi corazón a mil. Reanudaste tu acción y entraste. Dos milésimas de segundo más tarde, yo detrás. ¿Qué estaba haciendo? Tu intimidad rota. He antepuesto mi deseo a tus derechos. Te he visto estirarte, preparar la comida mientras cantabas de vez en cuando las canciones de la radio. Suena tu canción preferida. Lo dejas todo. Subes el volumen y empiezas a bailar y cantar a lo loco. “Think” de Aretha Franklin, quién no lo haría, si hasta lo estoy haciendo yo, con cuidado de no chocarme contigo ni tirar nada. Terminas de saborear tu cena, que te has comido vorazmente con las piernas cruzadas en el sofá. Te has duchado. No te quisiste mojar el pelo. Pronto te acostarás. Pantalón corto y top ligero. Pasas como media hora zapeando, hasta que los bostezos son más numerosos que el número de canales. Apagas y te diriges a tu cuarto. Te quitas la ropa y a dormir. Estoy en el rincón. Quisiera acercarme y hacerte el amor, como si de un sueño se tratase. Te despertarías alterada, sofocada, asustada por lo real del sueño, pero feliz. Prefiero dormir aquí, lejos de ti, no sea que por la noche me abraces y te des cuenta de mi presencia. Duerme, bonita. Hasta mañana.

Dime qué siento


En días como los de hoy, siento que las microscópicas terminaciones nerviosas se han acercado lo máximo posible a mi piel. En estado de hipersensibilidad siento que estoy. Si me rozas, seguramente me hagas daño. Noto que las lágrimas se acumulan, las noto justo detrás de los párpados. No se atreven a salir, no me preguntes por qué. Acaricio tu piel, la imagen de ella, en la distancia física y temporal. Noto que mi alma llora por dentro, en un universo paralelo, pegadoa mí sin tocarme. No estoy feliz. No estoy triste. Estoy sensible. Siento...no lo sé. Es como si todo estuviese bien, no hay nada irregular, espantoso o triste en mi vida; sin embargo, tras las cortinas del salón de mi ser, a oscuras, a solas, algo exoste; y marca su fuerza en toda la casa. Es la lluvia otoñal la que espero que consiga limpiarlo todo, como siempre hace. Me afecta...ser humano.

El tiempo no es más que el camino que me lleva a ir descubriendo mi vida, pero a veces se queda parada. Hay que ponerle pilas y ajustar de nuevo la hora. El tic-tac de mi corazón anda descompensado, y no creo que haya relojero capaz de averiguar dónde se encuentra la averia, porque ni siquiera creo que exista alguna...Las lágrimas se acumulan por segundos; la sensibilidad, por minutos; la irracionalidad por horas...tic-tac, pum-pum...y yo sin saber qué pasa.

Dime
qué
hora
es...

La camarera de mis labios

Cuando todo parecía haber acabado, cuando mi copa de hielos juguetones era mi única compañía de este bar, apareciste de nuevo: mi camarera de labios exultantes, de vuelta al bar con lámparas de piel. Mi corazón estaba a punto de explotar, me sentí bloqueado por la figura de detrás de la barra que ya casi había olvidado. A todo esto le siguió una alegría deprimente. Eres mi felicidad. Vuelvo a tenerte en unos sueños olvidados, prohibidos.

Limpias la mesa en frente de mí. Tu cuerpo, agachado, simplemente me llama a voces. Un mechón de pelo cae sobre tu cara. Tu brazo perfecto recorre enérgico la superficie de cristal. Dejas al descubierto un escote inocente que muestra lo más bello de unos senos de dulce piel. Me pregunto qué no daría yo por poder desnudarte y descubrir lo que tu ropa esconde.

Recoges y con toda ligereza vuelves detrás de la barra, donde te sientes más segura. "Bésame" quisiera gritarte. Quisiera que me hicieras caso, que me sonrieses, que me sujetases la cabeza con tus divinas manos, con dulzura, me mirases unos segundos y me besases con toda esa fuerza que rebosas.

Me imagino tumbarte en la barra, besarte la tripa que tu top dejó al descubierto, el pircing que decora tu ombligo es mi juguete, el sobresalto de las caderas me inunda de pasión, de más deseo. Desnuda, te moldeo, remarco tus curvas, perfilo los detalles, me adentro en ti. Te dejas hacer, me dejas besarte. Me abrazas tumbada, me muerdes la oreja. "Te deseo", me susurras mientras cierro los ojos...Abro los ojos, todo está abarrotado. Tú me miras sonriente esperando una contestación.

- Que qué quieres, astronauta
- ...(a ti) una caña, "plis"... (y si puedes, de aperitivo...la camarera)

Vuelvo a ti

Me he llevado el olor de tu piel conmigo, en mis dedos. Recurro a ellos para evocar tu imagen, para recordar con lo que tantas veces me desperté en la noche. Olores perfumados, intensos, que me envuelven en un ambiente selvático, húmedo, ancestral. Siento volver a mis orígenes, donde todo comenzó, donde todo debería acabar. En tu imagen me estás mirando. No me mires así, me trastorna. Me ahoga en la locura de un deseo actualmente inalcanzable. Tus ojos me hablan y yo no puedo responderles. Ya comienzo a restar las horas que me quedan para verte de nuevo.

"Quédate conmigo, no te vayas", frases que retumban de nuevo en mi cabeza, una y otra vez, rebotando de un lado a otro entre las paredes de mi cráneo. Constantemente me alejo mentalmente de lo que me rodea, para poder visitarte. Recurro a mis dedos, al aroma de tu piel impregnado en ellos.


Tras unos minutos, vuelvo con oxígeno nuevo a la atmósfera que me rodea cuando tú no estás y de la que tantas veces huyo para volver a ti. Retomo lo que estaba haciendo, justo antes de aspirar parte de tu alma, de tu aire, y vuelvo así a sumergirme en la realidad en la que vivo. Tu esencia penetra en mi, a través de los sentidos; pero te saboreo en mi incosciente, con los ojos cerrados, con los sentidos apagados, para que no se me escape nada de ti, para llenarme de nuevo, para volver a ti...

"Kenia! Kenia! Kenia!"

Apareció sin más. mirando a la gran sala; parecía asustada. Era menuda y, sin embargo, en ella se podía ver toda una fuerza indescriptible: un pasado impactante y una lucha constante. Me sentí maravillado al verla entrar, despertándome de una larga noche de insomnio deseado. Un cinto anaranjado, del mismo color de su vestido, cubría sus rizos azabaches, de esos que sólo se pueden ver en aquellos que nacieron en nuestra África más indómita. Surgió de detrás del muro, ella sola, mirando a un auditorio que la desconocía, el mismo día en el que más tarde haría su exposición.

A la hora de su presentación la calificaron fundamentalmente de "mujer vital, rebosante de energía". Su nombre: Mrs. Isabella I. Mbai, directora y profesora del Departamento de las Ciencias de Enfermería, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Moi (Eldoret, Kenia). Su semblante rebosaba tranquilidad. Su discurso nos sorprendió a todos. Nos hizo a levantarnos a todos y liberar una vitalidad humanista: "el brazo hacia arriba, hacia un lado, hacia el otro...ahora bailamos así" (y simuló hacer una pequeña danza africana)..."gritad todos juntos: Kenia! Kenia! Kenia!"...(empezó a reir)..."un aplauso para todos ustedes, muchas gracias por su energía!". El auditorio, estupefacto, despertó con una sonrisa brillante de su letargo. Sin duda nos demostró la vitalidad necesaria para la cooperación al desarrollo. Lo que llegó después en su conferencia vino a ser las mismas necesidades que podíamos observar en los demás países africanos que acudieron al Encuentro. No sería justo destacar la suya, porque todas son realmente importantes. Lo que sin duda cabe remarcar es lo tremendamente necesario de mujeres como Isabelle en este mundo dicotómico tan deshumanizado y humanizado a la vez.



Desgranando secciones cerebrales (2ªparte)

En esta segunda parte de "Desgranando secciones cerebrales" he preferido dejar mi blog en papel a un lado y escribir sin más en el ordenador, volver a retomar esta costumbre para soltar todo aquello, que aunque resulte desordenado y caótico, va saliendo directamente de un estómago que reza por no llegar a tener una úlcera.


Se habla mucho de la crisis (frase que curiosamente se repite indefinidamente en los blogs últimamente), de hecho, una que particularmente me ha gustado es la de mi compañero bloguero y al cual os remito visitar Dr. Flasche. Yo he evitad mencionarla, hasta ahora.




No sé si todo es parte de una conspiración, como ácidamente aporta Dr. Flasche, pero sin duda creo que es la misma historia de siempre, en diferentes contextos y en diferentes vías. Un pequeño grupo reducido de personas consiguen siempre ejercer su opinión por encima de cualquier control gubernamental y, por supuesto, en beneficio de ellos mismos. "El neoliberalismo ha fracasado" dicen, ¿seguro? en fin, los que pierden sus puestos sin importantes indemnizaciones no son precisamentes los que abogaban por un mercado libre de la regulación estatal. Claro que desean que el propio mercado sea el que se regule, ¡¡porque ellos no van a sufrir nunca!! No les importa que para que se vuelva al status quo caiga la estabilidad tanto de la clase media europea como las nuevas sociedades emergentes, por ejemplo. Ellos siempre ganarán dinero, siempre tendrán poder, aunque todo se vaya al garete, y lo peor de todo es que siempre conseguirán una forma para que sea el propio estado el que los proteja. Creo, sin lugar a dudas, que con tantos años de historia a las espaldas, han conseguido encontrar la mejor forma de lucrarse si o si, a costa de los posibles prejuicios del resto de la población sin que, además, se vean afectados por una creciente cólera de la masa que los arrebate de su posición.




Tú eres un obrero, y gracias a ti, el edificio que estais construyendo se cae y no creo que te den ni las buenas noches. Tú llevas la mayor empresa de seguros de los EEUU y la llevas a la quiebra total con despidos multitudinarios y te darán como indemnización, para que no te deprimas, la friolera cantidad de, aproximadamente, 80 millones de euros. Claro, es lógico, ¿verdad?




Mientras la gente está preocupada de cómo va a hacer frente a todas las deudas, letras, hipotecas, etc, no podrán estar preocupándose de ¿quién y qué carajo me ha llevado a esta situación?




Todo está tan complejamente bien estructurado que me da miedo, tan cojonudamente bien maquillado que es una auténtica mierda, no para quien lo ha conseguido claro, si no para el que no tiene más remedio que vivir para su sociedad y no obtener ninguna recompensa a cambio. Supuestamente tenemos derechos y deberes, de los segundos no nos libra ni dios (o Dios), de los primeros...eso de mirar para otro lado suele ser frecuente. En fin, no sigo que parece que me estoy cabreando más que desahogándome.




PD: supongo que estaré unos días sin escribir, puesto que estaré en el Encuentro Iberoafricano de Cooperación Interuniversitaria (sólo como oyente, ya me gustaría participar a mí). En cualquier caso os echaré de menos!!

Tiritas emocionales


Si bien mostraba siempre una impasibilidad sorprendente, su corazón estaba siempre plagado de grietas...


Mis ojos siguen estando en ti, devuélvemelos. No puedo, o no soy capaz, de decirte (quizás es lo mejor) que desde que te conocí no ha habido nadie igual. No puedo ni siquiera insinuar que busco en otras personas lo que descubrí en ti y que en realidad me siento vacío cuando no lo encuentro. No quiero rebajarme (maldito orgullo) y decirte que, una parte de mí, te sigue queriendo tanto como el primer día. Sentimiento inconfesable el que guardo. ¿Doy pena, verdad? No puedo si quiera imaginarme una vida contigo, y tampoco la veo sin alguien como tú. Todas estas contradicciones van a acabar por fundir algún cableado neuronal, así que creo que no saldré con nadie más. Me escucho y me descojono en mi propia cara, menuda gilipollez la que adabo de soltar. No podemos evitar vivir en el deseado sufrimiento del amor. He intentado borrar los recuerdos en la piel de otras personas. No pude. No se puede eliminar ese recuerdo grabado, incapaz de aceptar un fracaso de un historia que no debería haber acabado así. De este modo, veo desde aquí, que la vida pasa y yo sigo guardando, aferrado a ella, tu fotografía , siendo incapaz de hacerla desaparecer. Me golpeaste tan fuerte, en todos los sentidos, que mi triste alma solitaria busca un amor imposible, dañada para siempre...

Desgranando secciones cerebrales (1ª parte)

Escuchando a Cibelle en su Green Grass, me asalta la melncolía de algo que nunca sucedió. Se encuentra dentro de mí, guardado en una pequeña jaula invisible en un punto que se escapa de mi anatomía...Anhelo una libertad que ahora no tengo. Uno es libre cuando se despoja de todo aquello que lo acompaña. No quiero llegar a tanto, pero de lo que no hay dudas es que estoy muy lejos de eso también. Dicen que tengo ojos de árabe, yo creo que es la mirda marcada por esa nostalgia de lo imposible. De mi boca quieren escapar vocablos del sentimiento, que resultan incoherentes, y que, como no les encuentro compañeros, tengo que cerrar mi boca para que no se pierdan en vano. Envidio a todos esos artistas que son capaces de expresar lo que sienten o lo que llegan a encontrar cuando buscan en sus sentimientos, en su ser, y plasmarlo con toda nitidez en lienzos, partituras, películas, fotografías, etc: nuestra alma hecha realidad. Me veo en el espejo y me cuesta saber quién soy, qué quiero. Siempre parece que elijo el camino complicado, el complejo y con más perspectiva abrupta. Sin embargo, lo que deseo e sla simplicidad, y no la encuentro. Quizás sea más bien que, aunque todo me indique con grandes señales luminosas qué camino es el más asequible, yo acabo escogiendo el otro, el que no tiene iluminación, ni asfalto ni nada que me acomode el trayecto. Siempre pensé que lo complicado reporta ventajas al final del viaje. Lo sigo pensando, pero mis pies están lelnos de llagas, mi cuerpo tiene sed, me siento totalmente fatigado y no me veo con fuerzas para escoger otra vez el camino de la amargura.

La cocinera

Tararea una canción mientras prepara algo para comer. El sol entra justo por la ventan de la izquierda e incide a modo de foco sobre el esbelto cuello de su figura. Es la protagonista. Yo la observo a su espalda. Es preciosa. Sigue en su mundo con una canción grabada en su mente y una feliz sonrisa en su interior. Sonrisa que emerge a la superficie al sentir que la rodeo entre mis brazos y pego mis labios a su cuello. Suelta el cuchillo y me acaricia la cara sin volverse. Nos balanceamos como en un barco... ffffffffu hacia la izquierda fffffffu hacia la derecha....deja caer su cabeza, para que la bese mejor. Desde atrás, le desabrocho dos botones, los suficientes para poder dejar al descubierto uno de sus hombros. Se muerde el labio. Lo puedo ver porqueha girado su cabeza con los ojos cerrados. Le levanto la camisa desde abajo, sin quitársela. Su columna es el precioso camino renacentista que merece mucho más que ser besado...he viajado por tu espalda y he llegado de vuelta al cuello. Mis grandes manos lo masajean. Contrasta la tensión con la suavidad. Siento que te deshaces, justo como me pasó a mí al verte desde la puerta, con tu canción tarareada, con tu pelo recogido, con tu figura casi insultante. Creo que hoy comeremos más tarde...

Closed

Tienes el cartel de "cerrado". He llegado tarde, o temprano, la verdad es que lo sé muy bien. Yo sigo golpeando la puerta de cristal con mis nudillos, para que sepas que estoy ahí, y que, para mi fortuna, gires el cartelito del rojo al verde "abierto". Te percatas de mi presencia, me sonries muy cálidamente...pero está cerrado; sólo puedes hacerme un pequeño gesto encogiendo los hombres y expresando un "lo siento" en tu rostro. Me encantaría poder conocer lo que hay detrás del cristal, pero no sé qué hacer. Si llego a esperar, y resulta que está cerrado, es posible que me congele por el frio que hace aquí fuera. Está claro que no es mi hora, pero ¿lo será dentro de poco o ya pasó mi oportunidad para entrar? Me muerdo la uña del dedo pulgar, con cierto nerviosismo, elucubrando una manera de llegar a entrar. Sólo me separa un cristal...¿y si lo rompiese con una de estas piedras que me acompañan por el camino? Es posible, entonces, que te haga daño con los pequeños cristales que salgan proyectados...¿qué puedo hacer? En realidad sólo contemplo dos opciones que me están matando: (1) seguir por la calle y perder la oportunidad de entrar en la tienda (si es que existe alguna) y (2) esperar y morir congelado (porque la verdad es que no me traje demasiado abrigo). En la desesperación de quien ve en las dos opciones las mismas ventajas que incovenientes, me quedo rígido, inmóvil, sin saber qué hacer, y mirando fíjamente lo único que realmente me ha quedado claro: el cartel de "cerrado".

Cita reversa

Quiero cargar el ambiente de tu cuarto, perderme en la infinitud de tu piel, hacerte que sudes y nos quedemos pegados. Nuestras bocas no dejarán de separarse y el aire asfixiado que salga de nosotros será parte del carbón que siga alimentando el fuego que ya estalló. Muérdeme. Déjame que te muerda. Quiero sentirte toda entera junto a mí, saber que te puedo abrazar desde el cuello infernal hasta la cadera sublime. Rompe el silencio mientras mi lengua comprueba el sabor de tu cuerpo. Deja que el aire se rasgue por una pasión incontrolable. Grita, gime. susurra, exhala, mira, cierra los ojos, humedécete los labios...

Quiero cargar el ambiente de tu cuarto, quitarte muy poco a poco la ropa, disfrutarte en capítulos de finales adictivos. Ir descubriendo la suavidad de una piel de una piel de melocotón, los secretos de unos labios pecaminosos, el misterio de tu oreja, la perdición de tu tripa, el desasosiego de tu cadera...

Quiero cargar el ambiente de tu cuarto. Mirarte tras el efecto luminoso de la única vela que nos ilumina. Observarte saborear el palto. Quiero verte sonreir. Quiero oirte. Quiero cenar contigo, para conocerte, poco a poco, desde el principio. Quiero que me invites a cenar y que yo sea tu cocinero. Quiero cargar el ambiente de tu cuarto...

Sopa de letras

Hoy me ha pasado algo curioso. En el desayuno, cuando descargaba la cuchara llena de cereales en mi amplia boca, después sacaba un cúmulo de letras incoherentes que al caer sobre la leche acababan pareciéndose a una sopa de letras. He estado un rato cuestionándome por qué podría ser. Llegué a la conclusión en el momento del día en el que comienzo a ser una persona viva. No hay lugar a dudas. Es ese cúmulo de ideas que revolotean como murciélagos en la cueva oscura de mi ser. Todas ahí agolpadas, inconexas, boca abajo y huyendo de la luz del día. El problema es que esta vez hubo overbooking, y como durante algunos días no hubo un balance de pérdidas y ganancias correcto, acabó todo saliendo a borbotones por mi boca a primera hora de la jornada. Esto tenía que pasar. Ya lo venía venir. Hace algún tiempo que mis ideas están ahí, todas juntas, porque pensar no he dejado de pensar. Sin embargo, en el sistema "ideanciero" algo fallaba y es que el producto no veía la luz. Cuando esto ocurre, sólo se puede esperar un crack como el que ocurrió esta mañana. Pero bueno, al menos ahora tengo un desorden de letras fuera de mi mente. Lo que toca en estos momentos es evitar que esto vuelva a ocurrir y, además, reorganizar todo lo que ya está fuera y ver qué obtengo. Creo que con todo lo que "vomité", puedo hasta hacer un post....mmmmmm me parece que hoy tengo trabajito.

¡¡Cuidado que pincho!!


Hoy llevo puesto el traje de espinas. Ni siquiera sé por qué lo tengo puesto, creo que fue lo primero que cogí del armario. Con esta chaqueta la verdad es que no me siento mal del todo; al menos hasta que me percato de que la gente no se acerca a mí. ¿Por qué será? Quiero decir, sigo siendo yo, ¿no?; lo único que ha cambiado es lo que llevo puesto por encima, el traje de espinas, pero nada más...



Vale, es verdad, pincharse no es de agradecer. Quizás me la debería quitar. Además tampoco me sienta bien...¡uy, mierda! Resulta que se ha quedado pegada. Uf, pues no tengo muchas ganas de hacer el esfuerzo...mejor me lo dejo como está.



.........



Me siento solo. Nadie se ha acercado hoy. Bueno sí, una persona, pero al final salió corriendo al hospital, por una terrible hemorragia. Pero qué hago, si es que precisamente hoy no tengo la fuerza suficiente como para arrancarme la vestimenta, ya se irá aflojando.



Te veo venir. Con paso firme. Me das un poco de miedo, y mis espinas parecen crecer por momentos. Te paras ante mí. Me sueltas un guantazo, de los que doler no duelen, pero joden. Mis ojos parecen que se van a salir de sus respectivas cuencas. Mi cara es la de un desquiciado alucinando. "¡Despierta!" Me quitas el traje con toda tranquilidad y facilidad del mundo mundial. Me quedo flipándolo en colores. Se me escapa una sonrisa, al igual que a ti. Me muestras tu brazo y me sueltas:



"Enhebra, guapo", y nos vamos de aquí.

Absenta


Curiosa bebida de color naturaleza y posterior aspecto lechoso, pasando de una "fée verte" a una esencia "louchée". A momentos creo que según entra en mí, va depurando cualquier rastro de vida. Y cuando llega a su destino, un boom, que se reparte exponencialmente y que acaba impregnando a todo lo que me rodea. De una de las salpicaduras surge un pequeño conejo que me mira con incredulidad; va brotando del suelo y se va brincando hacia el rincón ensombrecido del bar. En las sombras, una pequeña luz surge del hocico de la criatura, que la mueve con energía. Una luz que se vuelve poco a poco cegadora y, con otra explosión, ésta más parecida a la de los fuegos artificiales, todo se ilumina en mil colores y una divina mujer llega de los cielos, revoloteando a mi alrededor. Beso explosivo el que me brinda, que me dispara directamente contra la pared de la calle. Postrado en ella, de mis pies brotan unos adoquines rojizos que me empiezan a marcar un camino. Evito negarme a la sugerencia, por lo que pueda pasar. Por el camino me encuentro con dos elefantes que me preguntan por la hora, "lo siento, no soy católico" le respondo. Alzan las trompas y su van por su camino. El camino de adoquines sanguinolentos se ha terminado y del suelo va efervesciendo una cama (que yo dataría de los años 50 del siglo XIX) y me va recogiendo con suavidad. ¡A volar por los cielos repletos de estrellas! Las sábanas me tapan y me dicen algo como "duerme, bonito". ¡Mmmmmmm, qué sueñito!