Un rayo de Sol


Desde el sofá, algo extenuado, me fijo en el recuadro de la ventana, que marca la unión entre mi jaula de cemento y el aire que mece las hojas del parque. Me asomo para respirar. Me apoyo sobre el alfeizar. Hoy hace un día muy bonito. Cierro los ojos y dejo que el sol despierte la vida en mí. De entre todo ese sonsoneque continuo que la ciudad susurra escucho una risa preciosa. Es una risa de mujer, no cabe duda. Intento imaginarla aún con los ojos cerrados. Me recreo en su cuerpo onírico. Abro los ojos y busco con la mirada la propietaria de tan bello regalo divino. Es así, quien tiene una risa tan bonita, tiene el privilegio de contagiar su felicidad. La encontré. Me embriagué de su fisonomía. ¡Ah, qué linda! Llevaba una falda larga; con estampados floralesde un color anaranjado general y top blanco, liso, sin nigún tipo de dibujo o encaje. Su cuello, abrazado por un colgante de madera. Era bella, simplemente. "¡Regálame otra risa, mi Diosa!", le grité algo avergonzado. Mi miró e hizo un gesto como preguntándome si me refería a ella. Lo hizo con una sonrisa universal. ¿Cómo no desearla? Se rió, bajito, mirando y murmurando algo a sus amigas; mientras, yo esperaba impaciente su respuesta, nervioso por haberme expuesto tanto. "Ya veremos si te regalo una -me dijo- Primero me tendrías que invitar a una caña, ¿no?"

Pase lo que pase, ahora soy el hombre más feliz del mundo.