¿La última en mi casa?

El incienso va consumiéndose segundo a segundo, y las cenizas van cayendo olvidadas sobre le portaincienso. Cuando la barrita aromática ha muerto, la casa sigue oliendo a Uve. Divino olor. Me llevaste hasta tu portal, me cogiste de la mano en aquel bar, para que no te perdiese de vista. No había espacio de mi cuerpo que no estuvise pegado a una persona desconocida, y yo sólo noté la calidez de tu mano. Nos hemos tomado la última en tu casa. Un silencio, una sonrisa, una mirada y un impulso. Nos robamos los besos a mordiscos. La ropa va volando sola a bandazos de impaciencia. Un segundo más tarde te veo por primera vez en sujetador, ya rezo porque no sea la última. He olvidado que me estaba tomando una cerveza. El sofá aguanta la embestida lo mejor que puede. Cada prenda que te quito, me la quitas tú sucesivamente. Queda un cuerpo fino cubierto por un sujetador y una culotte que me encanta mirar, pero que deseo arrancar...me empujas y sales corriendo mirando hacia atrás. Me quedo dos segundos atontado, como quien es despertado de un sueño, después te sigo el juego. Hay una luz tímida que sale por la pequeña ranura que deja la puerta. Termino por abrirla del todo, me esperas desnuda. Se me entrecorta la respiración y me lanzo a saborearte entera. Un beso largo y cuerpo eterno. Tú miras el techo, te aferras a las sábanas. Yo me quedo con el sabor de la perdición.