Gotas de lluvia (parte II)

Algunos rayos de sol, como suspiros, llegan al cuarto. Se abren paso tras la festividad de gotas. Parece mentira. Hasta el cuerpo tan bello como el que me acompaña puede alcanzar el límite posterior a la perfección con una buena dosis de luces y sombras. No creía que se pudiese mejorar, pero la luz me hizo ese regalo.

Separo mi torso de su cuerpo, para enseguida volver a flexionar mis brazos y lanzarme imantado hacia su cuello. Compruebo que echa su cabeza hacia atrás, exponiéndolo todo lo que puede para que acceda sin problemas. Y ya no consigo despegar mis labios de su piel...

A saltitos, cortos pero pacientes, me deslizo por su cuerpo. Tiene un sabor indescriptible, inmejorable. Bajo por el esternón, rodeo uno de sus pechos para acabar jugueteando con mi lengua. Sus pechos...elixir de dioses...la humanidad se ha pasado cientos de años intentando representar en el arte semejante belleza. Me trasladan, no sé a dónde, pero lo hacen.

Mientras bajo por la delicada escalera de sus costillas, mis manos abrazan a segundos sus caderas, a segundos sus pechos. Cuando llego a su ombligo, noto el aterciopelado y suave vientre. Capto como se encorba lo justo para que su tripa se estire, sus rodillas se flexionen y note la firmeza de sus piernas.

La luz nos ilumina, la lluvia nos canta su cántico...yo la giro para descubrir su espalda...