Tu silueta a carboncillo

Hoy he pintado tu cuerpo en carboncillo. Hace dias que tu simple presencia me gritaba en silencio: "soy arte, soy tu musa". El simple boceto ya supone lo más bello que jamás podré dibujar. En un primer instante peco de mortal, y tu figura no es para mí objetividad, sino más bien un preciado regalo que observar, anhelando que el tiempo pase lento, lento, muy lento. Balanceo suavemente mi cabeza, para estudiarte mejor. Lo difícil no es dibujarte, sino más bien conocerte, ver quién eres. El dibujo será mucho más real si consigo entenderte. Hoy estás desnuda ante mí mucho más que lo puramente físico. Veo tus defectos que te hacen perfecta. El primer trazado acaricia tu mejilla y se dirige a un pelo largo y enmarañado, que muy delicadamente te recogiste al principio de la sesión. Le sigue ahora una pequeña curva, que marca tu cuello, acompañada de otra más larga y que representa tu eterna espalda. Juego de luces y sombras que acaban por ir resolviendo el puzzle que deseaba crear. Mis manos tiznadas por el carboncillo, te dibuja en un papel cortado de forma impetuosa, como se están volviendo mis trazados ahora. Te estoy haciendo el amor sin tocarte, y soy el hombre más feliz del mundo. Trazo, difumino, borro para crear brillos...no puedo parar. Me estás transformando como nunca antes. El carboncillo se está acabando, desapareciendo poco a poco, hasta que al final solo dibujo con mis manos. Irremediablemente, el lienzo pasó del papel a tu cuerpo. No uso más carboncillo, mis manos tienen suficiente. Hoy no digas nada; dibujo tus labios y los cierro con mis dedos. Entrégate a mí, regálame todo tu ser.