No le daba miedo escribir, lo hacía sin pensar, sin estructurar, sin pararse a construir fuertes personajes. Le daba miedo la reacción de la gente que acabaría leyéndolo. Se dejaba llevar por la electrificante reacción del tecleado en su portátil. Por supuesto, anotaba en su libretita toda idea que brotase espontánea en momentos un tanto inoportunos, pero era el instante de ir viendo aparecer las letras en la pantalla lo que le regalaba ese sabor amargo y adictivo a la vez. Las palabras se abrazaban unas a otras y bailan un portentoso tango a lo largo de la frase...a veces se quedaban ahí, a veces teatralizaban una gran obra. Se servía de los detalles, sin caer en la pesadez, para hacer sentir cómodo al lector, ávido de nuevas historias, deseoso de devorar impúdicamente otra página. Ese era su deseo, pero ya no sabía cómo hacerlo...y dudaba. Dudaba de sí mismo, de lo que tenía alrededor, de su obra y de todo lo que estuviese ante su mirada. Y la duda, la desconfianza en uno mismo, socaba más hondamente que la lluvia con el paso del tiempo. Si antes había hecho el amor con miles de lectores sin que siquiera pudiera tocarlos, ahora se encerraba en su soledad, en lo bochornoso de una masturbación literaria. Sólo escribía para él, con el único fin de borrarlo después. ¿Cómo era posible que todo eso le hubiese pasado a él? Creador de historias convertido en prisionero de verdades...
El escritor fugaz
No le daba miedo escribir, lo hacía sin pensar, sin estructurar, sin pararse a construir fuertes personajes. Le daba miedo la reacción de la gente que acabaría leyéndolo. Se dejaba llevar por la electrificante reacción del tecleado en su portátil. Por supuesto, anotaba en su libretita toda idea que brotase espontánea en momentos un tanto inoportunos, pero era el instante de ir viendo aparecer las letras en la pantalla lo que le regalaba ese sabor amargo y adictivo a la vez. Las palabras se abrazaban unas a otras y bailan un portentoso tango a lo largo de la frase...a veces se quedaban ahí, a veces teatralizaban una gran obra. Se servía de los detalles, sin caer en la pesadez, para hacer sentir cómodo al lector, ávido de nuevas historias, deseoso de devorar impúdicamente otra página. Ese era su deseo, pero ya no sabía cómo hacerlo...y dudaba. Dudaba de sí mismo, de lo que tenía alrededor, de su obra y de todo lo que estuviese ante su mirada. Y la duda, la desconfianza en uno mismo, socaba más hondamente que la lluvia con el paso del tiempo. Si antes había hecho el amor con miles de lectores sin que siquiera pudiera tocarlos, ahora se encerraba en su soledad, en lo bochornoso de una masturbación literaria. Sólo escribía para él, con el único fin de borrarlo después. ¿Cómo era posible que todo eso le hubiese pasado a él? Creador de historias convertido en prisionero de verdades...
Pau, Costan y Carla
Pau es el mejor amigo de Costan. Deshilan las horas de la tarde vagabundeando por las calles o bien jugando sus "pachangas". Esto último es lo que con más frecuencia hacen. Los estudios no les toman tiempo, en parte porque "no quieren", en parte porque "no es para tanto". Así que echar unas canastas se ha ido transformando de una afición a una oblicación. Por supuesto, una obligación que nada tiene que ver con la de los adultos,...al menos los adultos más adultos que ellos. Las partidas no son eternas, ni mucho menos, de hecho, llegan a ser agotadoras, como para que durasen más de hora y media. El frenesí adolescente les hace luchar cada pelota como si de la última jugada crucial de un partido importante se tratase. La diferencia es que aquí ni siquiera tienen espectadores, salvando los cuatro mirlos que se ven a lo lejos. Sólo son ellos dos y la canasta, y, por supuesto, la pelota. Costan vive cerca de donde juegan. La primavera empieza a golpear con un sol fuerte y esta vez no se han traído la botella de agua. Suben a casa de Costan para saciar la sed. Éste vive con su madre y su hermana en un piso alquilado de renta baja. Pau siempre se tensa cuando ve a la hermana. Es algo mayor, eso le impone, aunque intuye que le impone más otros aspectos de la hermana. Según van subiendo las escaleras y pavoneándose sobre las últimas jugadas, Pau tiene su atención dividida entre la conversación con Costan y el deseo de ver a Carla, la hermana. Constan abre la puerta con un "Buenas" bien alto. "Pasa", le dice a Pau y juntos se adentran por el estrecho pasillo hasta la iluminada cocina, que queda enfocada por los rayos del atardecer. Costan llena dos vasos con agua. Al ir a cerrar, Carla hace su acto de presencia. "No la cierres, yo también quiero. Hola Pau, ¿qué tal?". "Bien, aquí..., ¿y tú?". Ella le habla, le cuenta cómo estaba reorganizando el cuarto, lo asfixiada que va ya,...él la escucha sí, pero su cuerpo reacciona a otros estímulos. Está tenso, lo nota...o nervioso, no sabe. Intenta no mirar lo que lleva puesto...aunque en realidad le gustaría saber cómo es sin llevar lo puesto. Los tres, como una orquesta bien preparada, levantan al unísono sus respectivos vasos. Los hermanos pierden la mirada en un punto infinito, pero Pau la centra en ella. Mientras bebe, ve caer el mechón de su pelo. Ve posar los rosados labios sobre el cristal del vaso. Ve correr el agua hacia su boca. Desliza su mirada hasta su cuello, por cuyo interior debe estar pasando el agua. Ve una piel sudada, pero fina y limpia. Su pecho sube al mismo ritmo que va saciando su sed. Esa piel le turba, le angustia, le hace falta. Le gustaría gritarle "¿No te das cuenta que nadie puede amarte como lo hago yo?, ¿que nadie te desea y te necesita como te deseo y te necesito yo? Yo estaría contigo para siempre si me regalases tus sonrisas"...pero sólo traga. Se percata, que ha bebido más lento, que Carla y Costan justo terminan y él va por poco más de la mitad. Deja de mirarla. "Ahhhh, ¡qué rica sabe el agua cuando tienes sed!, ¿verdad, chicos? Bueno os dejo que tengo que seguir". Y se va. Y ahora Pau se fija en su ropa con más detalle, en su top blanco y en sus pantalones cortos rosas...cortos, qué cortos...qué piernas más largas...qué cuerpo tan lindo" ¡Tío, joder, córtate un poco, deja de mirarle el culo, que es mi hermana!",le despierta Costan.
Peter Pan 4ever

En estos días me ha parecido ver esa crisis veraniega de bloggers, se ha actualiza menos. Es lo que tienen las vacaciones (para quien las disfrute) supongo. Por lo que parece también me ha afectado a mí...
Me ha dado la impresión, cuando he vuelto, que la gente se hace mayor...Por supuestísimo, yo no...¡seré el eterno niño!, ¡bienvenido al complejo Peter Pan! Es una nueva filosofía que quiero autoimplatarme, me he autosindicalizado y he decidido mis propias normas...La primera de ellas es que eso de llevar un traje verde ajustado tipo duende de feria con una pluma en el gorrito, no es enteramente obligatorio, los miembros del sindicato "Peter Pan 4ever" podrán llevar el disfraz que más le guste. El sindicato estima que tener complejo Peter Pan no conlleva ser necesariamente irresponsable, pero sí ajustar la responsabilidad en el momento apropiado. Hay que llevar como estandarte principal "Yo siempre seré un niño, siempre reiré como tal, descubriré todas las cosas por primera vez, siempre,... y Hacienda no será más que el profe malo". Las golosinas no tienen por qué ser dulces de origen dudoso. Se podrá considerar golosina o chuchería (algún día explicaré de dónde viene esta palabra y qué significa...) todo aquello que provoque una entera satisfacción con el sólo hecho de degustarlo, más aún si es de precio equiparable. Jugar se convierte en la acción principal, incluso en el trabajo debemos estar jugando, con responsabilidad, pero sin dejar de divertirnos por hacer lo que hacemos, fingir papeles; jugar a los médicos será incluso norma de obligado cumplimiento entre las claúsulas que imprime el sindicato. Si algo caracteriza al niño pequeño es su enorme empatía no muy bien definida, aquí mejoraremos esto. Hay que ser Empático con mayúscula, sin dejar de quererme nunca, y siendo capaz de sentir lo que otros sienten. No necesitaré un castillo de verdad, bastará con cuatro cartones, para saber que soy el rey del mundo mundial. Por último, en esta aclarición introductoria al sindicato "Peter Pan 4ever", recordar que hay que cantar sí o sí, la letra no es realmente importante, sólo la melodía alegre lo es; así como los "la la la" los "wachupichu" y otras onomatopeyas que completen nuestra falta de formación en idiomas.
Dicho esto, invito a todo aquel peterpaner@ que se quiera unir a mi causa, si además quieren hacer una colaboración económica para tal fin, ya nos pondremos en contacto y acordaremos lo antes posible el ingreso, ¡puesto que me gustaría hacer castillos de arena en la playa!
Brújula con imán. Capítulo 1

Hijo de la Luna
"Ahora yo te cuidaré, para siempre. Serás mi protegido y te daré amor para que sepas amar, y te hablaré para que sepas escuchar, y te dejaré hablar para que muestres tu opinión, reiremos cuando te caigas para que no sufras cuando te hagas daño, y sobre todo, te soltaré para que vueles"
Tanto había esperado ser madre, tanto soñado con sostener a su hijo...sus brazos cunean el amor que profesa, y todo es blanco a su alrededor.
"Nadie te amará más que yo, nadie nadie nadie. Eres mi Sol, la única razón de ser, sin ti, nada tiene sentido"
Tanto era así, que su mente le jugó una mala pasada. Quizás fuera esa incomprensible fuerza que nos empuja a autosalvarnos o simplemente una rama más de la locura, la explicación del por qué carece de importancia. La enfermera posa su mano cálida sobre el hombro de Caty.
"Vamos Caty, es hora de tomarte tu medicación" "Sí, sí...la medicación, pero tengo que darle la leche a mi niño" "Claro, Caty, pero antes, tómatelas, ¿vale?, ¿me harías ese favor?"
La enorme sonrisa que desprendía la enfermera no hacía más que aumentar ese halo blancuzco que circundaba el ambiente. Caty se tomó las pastillas. Quedó dormida y fue entonces cuando el mundo que alguien llamó una vez de los locos volvió a existir. Su mente jugaba entre los laberintos recónditos, haciendo que la pérdida de su recién nacido quedase en una sala olvidada. ¿Quién sabe si ésta es la mejor manera de sobrevivir cuando te quitaron algo más que la vida?

El libro

El primer momento, sentado en el vagón, fue mucho más que intenso. Eran el libro y él, los dos solos en implacable lucha. Lo abrió, y comenzó a leer...había dejado durante mucho tiempo ese libro oculto y resultó ser el más fascinante de todos los libros leidos. Dejarlo al llegar a su parada fue como tener que devolver un caramelo cuando eres un niño. A la vuelta del trabajo, no pensaba en llegar a casa, sólo en seguir leyendo. Y fue curiosa la transformación. Antes leía para suavizar el viaje, ahora viajaba para poder leer. Se montaba en O'Donnelly de ahí hacia ninguna parada, sólo dar vueltas bajo los suelos de una capital ajena al descubrimiento más feliz de un hombre: un hermoso y generoso caramelo hecho de papel y tinta.
Viento (frio) polar

Me subo el cuello de la chaqueta. El frio se mete malicioso, jugando con mi sensinilidad, por un hueco que suplica refugio. ¿POr qué no hago caso a la información del tiempo? Lo dijeron claro, "...podría bajar considerablemente la temperatura gracias a un frente frio que se acerca desde el norte de Europa...". No tengo remedio, siempre ignoro toda información que resulta de interés. Quizás sólo me preocupo de las cosas tontas, de lo que no me aporta nada...miro con recelo todo aquello que mueve masas, incluso lo que resulta de mayor atractivo general. ¿Es por eso que estoy aquí? ¿Es por eso que todo se acabó?...me aferro a mi propio cuerpo, evito que quede cualquier parte a merced del viento frio. He apagado el cigarro sólo porque no puedo cubrirme el costado con la mano con la que lo sostenía. Este en la acera de enfrente, mirándote a través del cristal. Si paso frio es porque quiero. Autoinflingirme dolor, de todo tipo, parece ser mi hobby personal. Sentir mi nariz helada y la humedad calada en los huesos me alivia de lo que mis ojos fijan con su mirada. Sonríes mientras te tomas el café. Eres feliz. Quizás ni me recuerdas. Me gusta hacerme daño. El frio es mi terapia. El gélido cuchillo de aire me apuñala una y otra vez...hasta que ya no siento más...¿qué habrá hoy en la tele? Con suerte, de camino a casa, me resbalo por la acción antiadherente del pavimento mojado, me caigo, me rompo el brazo y así no tendré que pensar en nada más que el dolor de un hueso que se clava.
Moscas
Sigue de rodillas con las palmas hacia arriba, confuso...implorando. Tembloroso, comienza por fin a reaccionar. Se dirige al cuerpo. "Que no sea ella", piensa. Contempla...El pelo de su cabeza está tan empapado que no podría decir si es rubia o morena, pero sí que puede asegurar que es largo y fino. La lógica no tiene sentido en un mundo loco; y a pesar de ser su habitación, se resiste a creer que es ella. Gatea y palpa a la persona...la voltea con suavidad. Es ella. Apoya el pesado cuerpo sobre sus piernas y unas manos ensangrentadas apartan el pelo que cubre su rostro. Con cada pasada, un fino rastro, camino carmesí que rasga la, paradógicamente, limpia frente. Hay moscas en la habitación. Las asusta con las manos, llorando, quebrado por el dolor. No dejará que sea presa de esos bichos. Pero las moscas siguen ahí, no es fácil hacerles cambiar de opinión ante tan suculento plato. Él sigue mirando los ojos inertes. Suena un coche de policía y una ambulancia en la calle. No los oye. Ni siquiera se da cuenta cuando entran horrorizados en la sanguinolenta habitación...
Él ha hecho mucho esfuerzo...pero las moscas siguen ahí.

Paradógicamente bueno (Capítulo 3)
El anciano salió de casa, como todas las mañanas, se dirigió a la estación. En la entrada cogió el periódico gratuito, lo extendió ante su cara mientras iba pesadamente caminando. "Entrega en comisaría 500.000 euros que se había encontrado", rezaba uno de los titulares. Se sentó en el banco. La gente pasaba sin notar la presencia del menudo cuerpo del anciano. Suspiró, dejó el periódico doblado a su lado y se puso a ver la vida pasar.

Paradógicamente bueno (Capítulo 2)

Paradógicamente bueno (Capítulo 1)

Parábola del burro
- Sólo soy un niño príncipe, Foued, no puedo llegar a ser el rey que fue mi padre - le confesó Kharim entre sollozos.
- ¿Sabe, majestad, cómo consigue el hombre que el burro suba la montaña?...la bestia, por sí misma, sólo ve la montaña y se niega a poder alcanzar dicha altitud, ¡porque no es capaz! Es por eso que siempre lleva las anteojeras, así sólo mira al suelo y consigue, paso a paso, alcanzar la cima más alta que se le presente - le respondió Foued.
