Moscas

Despierta, pero no estaba dormido. Ha pasado más de un minuto. Ahora comienza a percatarse de lo que sus ojos están contemplando. Sus manos están teñidas de rojo...al igual que su cara...su camiseta...los pantalones...el suelo...la pared...la mesita de noche...el cuerpo que yace sobre la alfombra...la alfombra...
Sigue de rodillas con las palmas hacia arriba, confuso...implorando. Tembloroso, comienza por fin a reaccionar. Se dirige al cuerpo. "Que no sea ella", piensa. Contempla...El pelo de su cabeza está tan empapado que no podría decir si es rubia o morena, pero sí que puede asegurar que es largo y fino. La lógica no tiene sentido en un mundo loco; y a pesar de ser su habitación, se resiste a creer que es ella. Gatea y palpa a la persona...la voltea con suavidad. Es ella. Apoya el pesado cuerpo sobre sus piernas y unas manos ensangrentadas apartan el pelo que cubre su rostro. Con cada pasada, un fino rastro, camino carmesí que rasga la, paradógicamente, limpia frente. Hay moscas en la habitación. Las asusta con las manos, llorando, quebrado por el dolor. No dejará que sea presa de esos bichos. Pero las moscas siguen ahí, no es fácil hacerles cambiar de opinión ante tan suculento plato. Él sigue mirando los ojos inertes. Suena un coche de policía y una ambulancia en la calle. No los oye. Ni siquiera se da cuenta cuando entran horrorizados en la sanguinolenta habitación...
Él ha hecho mucho esfuerzo...pero las moscas siguen ahí.