Tu Voyeur

Me he vuelto invisible. Como cualquier otro, lo primero que hice fue ir a verte. Esperé sentado durante toda la tarde, frente a tu puerta, hasta que llegaste. Me coloqué tan cerca de ti, mientras abrías la puerta, que llegaste a sentir mi respiración. Te volviste, me asusté. Tu mirada hacia ningún lugar. Mi mirada clavada en tus ojos. Soy invisible, pero seguía notando mi corazón a mil. Reanudaste tu acción y entraste. Dos milésimas de segundo más tarde, yo detrás. ¿Qué estaba haciendo? Tu intimidad rota. He antepuesto mi deseo a tus derechos. Te he visto estirarte, preparar la comida mientras cantabas de vez en cuando las canciones de la radio. Suena tu canción preferida. Lo dejas todo. Subes el volumen y empiezas a bailar y cantar a lo loco. “Think” de Aretha Franklin, quién no lo haría, si hasta lo estoy haciendo yo, con cuidado de no chocarme contigo ni tirar nada. Terminas de saborear tu cena, que te has comido vorazmente con las piernas cruzadas en el sofá. Te has duchado. No te quisiste mojar el pelo. Pronto te acostarás. Pantalón corto y top ligero. Pasas como media hora zapeando, hasta que los bostezos son más numerosos que el número de canales. Apagas y te diriges a tu cuarto. Te quitas la ropa y a dormir. Estoy en el rincón. Quisiera acercarme y hacerte el amor, como si de un sueño se tratase. Te despertarías alterada, sofocada, asustada por lo real del sueño, pero feliz. Prefiero dormir aquí, lejos de ti, no sea que por la noche me abraces y te des cuenta de mi presencia. Duerme, bonita. Hasta mañana.