Cuatro elementos: Tierra

Brota barro de la roca. La tierra nos regala un baño de salud. Mis pies, cubiertos de arena, se aferran a la roca, y me sostienen en la búsqueda de más unguento. Mis manos recogen todo lo que en ellas cabe. Está frío. Cubiertas de barro, se posan en tus hombros. Con mis pulgares subo por tu cuello, dibujando una carretera de barro desde tus clavículas hasta tu mentón. Todo es muy suave, mis dedos se deslizan por ti. Cierras los ojos, cubro, con pequeños masajes, tu delicada cara. Desde el centro de tu frente, en círculo, hasta las mejillas rosadas. Tu diminuta nariz queda igualmente cubierta. Bordeo los labios que me alimentan. Vuelvo a tus femeninos hombros. Inspiras, nerviosa. Moldeo tu pecho, con barro, con mis manos y rodeo unos senos que agradecen la frescura que te regalo. Cruzo tu tronco hasta el ombligo, con la palma de mi mano bien extendida, y abrazo tu tripa. Te hago girar sobre ti, y una espalda de melocotón permanece intacta, ignorante de lo que su parte opuesta acaba de sentir. Comienzo en tu cadera, con los dedos de mi mano mirando hacia tu cuello, ya cubierto. Subo, lentamente, palmo a palmo, sin prisa. Llego a mi destino. Bajo hasta tus muslos. Hay silencio entre nosotros. Yo hablo con mis ojos y mis manos. Tú hablas con tus respiraciones. Mi niña tierra, quédate junto a mí.