¡¡Cuidado que pincho!!


Hoy llevo puesto el traje de espinas. Ni siquiera sé por qué lo tengo puesto, creo que fue lo primero que cogí del armario. Con esta chaqueta la verdad es que no me siento mal del todo; al menos hasta que me percato de que la gente no se acerca a mí. ¿Por qué será? Quiero decir, sigo siendo yo, ¿no?; lo único que ha cambiado es lo que llevo puesto por encima, el traje de espinas, pero nada más...



Vale, es verdad, pincharse no es de agradecer. Quizás me la debería quitar. Además tampoco me sienta bien...¡uy, mierda! Resulta que se ha quedado pegada. Uf, pues no tengo muchas ganas de hacer el esfuerzo...mejor me lo dejo como está.



.........



Me siento solo. Nadie se ha acercado hoy. Bueno sí, una persona, pero al final salió corriendo al hospital, por una terrible hemorragia. Pero qué hago, si es que precisamente hoy no tengo la fuerza suficiente como para arrancarme la vestimenta, ya se irá aflojando.



Te veo venir. Con paso firme. Me das un poco de miedo, y mis espinas parecen crecer por momentos. Te paras ante mí. Me sueltas un guantazo, de los que doler no duelen, pero joden. Mis ojos parecen que se van a salir de sus respectivas cuencas. Mi cara es la de un desquiciado alucinando. "¡Despierta!" Me quitas el traje con toda tranquilidad y facilidad del mundo mundial. Me quedo flipándolo en colores. Se me escapa una sonrisa, al igual que a ti. Me muestras tu brazo y me sueltas:



"Enhebra, guapo", y nos vamos de aquí.