Dedicado

Quizás te digo poco lo mucho que te quiero. Quizás nos perdamos en la vorágine de nuestra sociedad y se nos pase regalarnos las palabras por el cansancio impuesto. Quizás, en mi ignorancia, no sepa lo importante que es decirte lo vivo que me siento a tu lado, que nada puede compararse a sentir tu piel rozarse con la mía, que no hay sábana más suave que la que llevas contigo. Quizás no me despeine decirte que estar abrazado por tus piernas no es una cadena, sino la libertad de dejarme sentir rico, multimillonario en sentimientos, pleno en sensaciones. Quizás haya infravalorado alguna vez la deliciosa terapia de un vino a tu lado, de la paz que me brindan tus ojos verde-azulados, de la serenidad que me regala tu presencia. Quizás se mezclen la monotomía con las noticias con el día a día de nuestro alrededor. Quizás eso intente tapar lo que brilla por encima de todo. Porque pase lo que pase, sea como sea el día, no nada más importante que tú, no hay nadie que se pueda comparar a ti. Porque absolutamente nada puede borrar cómo me siento cuando estoy contigo a solas. Ni tampoco puede compararse cómo me regalas tu forma de ser cuando te libras de todo lo demás. Me haces sentir que soy el descubridor de un inigualable tesoro...y es que realmente es así. Porque sea el día que sea, siempre siempre siempre te amaré. Porque sólo cuando deje de ser yo mismo, cuando el tiempo acabe conmigo como acaba con todo, sólo entonces dejaré de decirte que te quiero, porque ya no estaré, pero nunca nunca nunca dejaré de quererte. Porque sólo hay una verdad: te quiero.

Mentiras y verdades de nuestros días

Abro el buzón. En él me encuentro un cúmulo de cartas de las cuales un cuarto supone publicidad de comercios, la mitad aproximadamente es para la propietaria del inmueble y el cuarto restante es para mí...pero publicidad también. Marketing de ese que sabes que no es más que pura mentira y sonrisas bonitas, de ese que dice "Dame todo lo que quiero, porque te quiero sacar todo lo que pueda"...Sí señores, estamos en campaña electoral. En un primer vistazo veo tanto dinero invertido en conseguir arañar unos votos (que yo creo que muchas veces se los "arañan" a sí mismos) en lugar de hacer lo que realmente debieran hacer. En sus cartas (todas en color, por supuesto, demostrando que les importas mucho...) nos cuentan una mini-parrafada (nada de los proyectos reales ni cómo lo van a hacer) sobre lo mal que están las cosas y los grandes valores de la sociedad...algo que, sin ánimo de ofender, cualquiera pudiera escribir. No se trata de contrastar lo que es evidente, no se trata de hablar de lo que sería lo correcto...todos sabemos eso. Se trata más bien de saber qué tenéis en mente en realidad. Yo veo la publicidad y me digo...esto es como tener que tragarse una mierda de diferentes animales y tener que elegir con cuál de ellas me quedo, si con la plasta de elefante, la de girafa, la de caballo o la del burro olvidado.
No hace mucho la política era mero trámite. Nunca, en mi historia, tuvo tanta importancia quién estaba arriba (aunque todos sabemos que los que están no son realmente los que dicen que son). Igualmente, nunca, en mi historia, había sido tan nefasta la actitud política. Quizás, en este país, aunque no dudo que en otros también, hayamos olvidado, en nuestro pasado reciente, la importancia de la política y, de una forma u otra, hayamos permitido que apeste tanto. Siempre desde mi punto de vista, no hemos luchado por conseguir que todo esté bien ventilado. Y no lo digo ya por esa ley de transparencia que no acaba de llegar y que veremos cómo llega, sino más bien porque hemos dejado hacer sin ser parte activa de las decisiones tomadas por el Gobierno del País. Cierto es que ha habido despuntes en nuestra sociedad, demostrando que si algo nos molestaba realmente, nos manifestábamos y "obligábamos" a recapacitar a quien estuviera dispuesto a hacerlo. Pero en muchos otros aspectos, en muchos detalles mínimos, hemos sido permisibles a actitudes más que reprobables de nuestra política y de nuestra legislación. Y esos "detalles" es como la carcoma, se extiende, y cuando te quieres dar cuenta, hay que tirar todo el mueble. Y nuestro mueble insignia, toda la industria de España, se estaba dejando a merced de la carcoma sin ni siquiera preocuparnos por ello. Y ahora, nos enfretamos ante una clase política mucho más que desacreditada, teniendo que tragarnos lo que no queremos tragar.
La estela de que la privada era siempre más eficiente, contínua con fuerza, aunque los datos nieguen tan realidad. Incluso, aunque no lo parezca, podemos decir que esta crisis, que ahora es política, partió de una crisis privada (y lo sigue siendo). Sin embargo, la vamos a pagar entre todos, entre los de siempre...que la historia no hace más que repetirse, de una forma u otra, con otros protagonistas, pero siempre hay una lucha de poder, más o menos visible, pero real. Estamos viviendo uno de esos momentos donde no está muy claro qué es verdad y qué no lo es. Donde ha habido tanta mentira, tanta falacia, tanta ignorancia, tanta frase políticamente correcta, tanta desidia, tanta avaricia, tanta hipodresía,...tanto de todo lo negativo, que ya no podemos creer que la flor que tenemos delante pueda ser real, sino más bien de plástico. Ante la imposibilidad de saber quién merece la pena que esté arriba, o de tener alguna posibilidad de tener un verdadero líder (que mire por el bien común), nos sentimos dejados a la voluntad de Dios, y Dios no suele tomar partido. Cuando perdemos la voluntad de poder marcar nuestro propio futuro, dejamos que hagan lo que quieran, porque "ya todo da igual"...o peor aún, podemos dejar que afloren populismos muy dañinos. Aún así, tengo que decidirme para las elecciones y sigo sin saber cuál puede ser la mejor opción para no negar la necesidad de una democracia y que todo cambie realmente...señores y señoras...¿qué nos toca hacer?
Buenos días madrugadores, buenas tardes senescentes, buenas noches insomnes.

El escritor fugaz

Eligió vivir en lo más alto del edificio. Según sus propias palabras "quería vivir cerca del cielo, lo justo para verlo de cerca, contemplarlo, pero no tocarlo, pues entonces entendería lo etéreo del mismo y me frustaría al darme cuenta de la irrealidad de lo real". Le gustaba bordar el espacio entre su oyente y él mismo con palabrería edulcorada. No era tanto por mostrarse inteligente, sino más bien para lanzar un anzuelo al pobre pez que pasase por delante. De hecho, eligió vivir en lo más alto del edificio...porque entraba más luz. Y esto fue así, porque en realidad no vivía en los 90 metros cuadrados del inmueble, sino más bien lo hacía en los 10 metros cuadrados de la habitación que comenzó a usar como despacho.

No le daba miedo escribir, lo hacía sin pensar, sin estructurar, sin pararse a construir fuertes personajes. Le daba miedo la reacción de la gente que acabaría leyéndolo. Se dejaba llevar por la electrificante reacción del tecleado en su portátil. Por supuesto, anotaba en su libretita toda idea que brotase espontánea en momentos un tanto inoportunos, pero era el instante de ir viendo aparecer las letras en la pantalla lo que le regalaba ese sabor amargo y adictivo a la vez. Las palabras se abrazaban unas a otras y bailan un portentoso tango a lo largo de la frase...a veces se quedaban ahí, a veces teatralizaban una gran obra. Se servía de los detalles, sin caer en la pesadez, para hacer sentir cómodo al lector, ávido de nuevas historias, deseoso de devorar impúdicamente otra página. Ese era su deseo, pero ya no sabía cómo hacerlo...y dudaba. Dudaba de sí mismo, de lo que tenía alrededor, de su obra y de todo lo que estuviese ante su mirada. Y la duda, la desconfianza en uno mismo, socaba más hondamente que la lluvia con el paso del tiempo. Si antes había hecho el amor con miles de lectores sin que siquiera pudiera tocarlos, ahora se encerraba en su soledad, en lo bochornoso de una masturbación literaria. Sólo escribía para él, con el único fin de borrarlo después. ¿Cómo era posible que todo eso le hubiese pasado a él? Creador de historias convertido en prisionero de verdades...