El brillo de la obsidiana


Cocino y escribo. Placeres que deben ser estructurados en una mezcla ordenada. No puedo olvidarme de que estoy cocinando mientras me embeleso con la escritura, ni debo olvidar escribir aunque sea tan necesaria la comida. He decidido no corregir exámenes, ni trabajos, ni estudiar en el día de hoy. Necesito un tiempo para arreglar cosas en mí. Como mi alimentación. O mi adicción a la escritura. Al fuego de la cocina: guarnición para el cuscús, caldo de pollo y caldo de pescado, todo lo más natural posible. Al fuego de mi mente: miles de cosas, que últimamente pasan en hervor por mi cabeza. Como siempre, voy escribiendo como si a fuego lento estuviese cocinando, poco a poco, sin estar precocinado y sin saber muy bien cómo va a ir mi receta particular.

Ayer fue un dia extraño, un día que certificó mi amor por los chinos en general. Cabe destacar, en primer lugar, que sobre mis hombros dudo muchas veces de que haya un procesador natural que sea capaz de guardar grandes cantidades de información. Tengo, lo que en definitiva viene siendo, una cabeza loca. Me olvido de casi todo. Lo que implica, entre otras cosas, que pierda "de todo". Por ejemplo, pierdo el tren porque olvido poner el despertador a la hora adecuada; u olvido dónde coloqué los exámenes que tenía que haber corregido hace unos días; u olvido dónde demonios guardé el papelito con mi clave y mi correo de educamadrid; u olvido dejar algo listo para comer o cenar; u olvido mi cartera en una tienda...es por los dos últimos olvidos que amo a los chinos, más allá de la cantidad de productos que nos brindan; y es que en ambos casos, mis salvadores fueron ellos: comida china rápida y eficaz, y la china de la tienda me guardó la cartera (previamente había cancelado mi tarjeta, con lo que ando contando monedas). Mi estado anímico de ayer podría considerarse de...no sé, vaya, no tengo palabras para definirlo. Como...si tuviese el corazón pendido de un cordel. En el centro salí con las emociones de los muchachos sobre mis hombros. Después, vino el susto de un perro que, por lo que se ve, no le apetecía recibir una caricia por mi parte. Después, el susto de la desaparición de la cartera.

Huele a Navidad, ya está aquí, el mundo capitalista nos lo ha enseñado. Estas navidades significan mucho para mí, por diferentes razones. Hace unos meses, cuando me citaron para empezar a trabajar, me fastidió el no coger una vacante por tan sóla una persona...hoy, sin embargo, agradezco haber estado en el centro en el que estoy, y haber conocido a las personas que he conocido. Porque la vida siempre guarda un as en la manga, aunque las cartas no jueguen a tu favor; porque todo es según el cristal con el que miremos; gracias a las fortunas, a las desgracias y a las personas que hacen de la vida un libro de poesía.