Gotas de lluvia (parte I)

Resbalan las gotas por los cristales de unas ventanas que guardan cientos de secretos a pesar de su transparencia. La lluvia de estos días se agradece. Limpia el aire, limpia el suelo e, incluso, nos limpia por dentro. No sé qué tiene esta lluvia que me hace sentir limpio, reflexivo, como si las cargas que no tenía comezasen a desaparecer. Esta lluvia limpia.

El golpeteo de algunas gotas perdidas rompen el sonoro silencio del cuarto. La miro, desde mi posición erguida frente a la cama. Me mira. Espera desnuda frente a mí, nerviosa, ansiosa. Me desabrocho los botones de la camisa, sin prisa, mirándola, sin perder detalle de sus profundos ojos. Termino de desnudarme, y por primera vez, estamos los dos, uno frente al otro, totalmente desnudos.Me tumbo sobre ella. En seguida, noto su piel...suave, lisa...son de esas pieles que podrías recorrer con los dedos durante horas...dejando pasar el las agujas del reloj, dejando que la lluvia siga limpiando. Me pasaría la inmensidad del tiempo y más acariciando esta piel.

Nos besamos. Vamos conociendo nuestros labios. Los suyos me resultan especialmente sabrosos. Me gusta recrearme en ellos, recorrelos con la lengua, amasarlos con los míos y morderlos con la fuerza justa como para atraparlos sin dañarlos. Son sus labios las puertas del silencio, la fuerza que me empuja a querer más. Me estremece, me enloquece...Reinos enteros habrían caído por uno de sus besos. Su lengua, tímida, aparece y desaparece, como un animal temeroso. Sus manos se desplazan, y mis células van siguiendo embobadas el camino que van marcando. Su mano izquierda se zambulle en la maraña de pelos que tengo por peinado. La derecha deambula de arriba a abajo por mi espalda, rompiendo filas de vez en cuando por mi brazo izquierdo.

No me había dado cuenta...llevo bastante tiempo con los ojos cerrados, como degustando el mejor de los platos. Cuando separo mis labios de los suyos y abro los ojos con la pereza de tan embriagadora maravilla, la veo sonrojada, con un brillo en sus ojos particular, con una seriedad que anuncia deseo. Me enloquece...la lluvia ajena a todo, sigue bañando a quien pase por la calle sin paraguas. Y la gente en su quehacer desconoce lo que se fragua tan cerca. En la calle unos corren en sus obligaciones pasadas por agua. En el dormitorio, dos paran el tiempo para ser uno.

Fotografía tomada del usuario Adri Campuzano desde Flickr