Aplastado

Sentado en el suelo, junto al mueble de cocina que estaba construido con una mágnifica encimera de madera, pensaba en lo patética que estaba llegando a ser su vida. Con el consuelo de los tontos, se dijo, "¿cómo puede ser la gente tan estúpida y cabrona?". Y se quedó ahí, viendo pasar el tiempo, mientras el mundo seguía girando incontrolado a su alrededor. Sin darse cuenta, en el ambiente circulaba una extraña sensación pesada, que parecía ser el reflejo de su alma.
Resopló, miró hacia arriba y se acarició la espinosa barbilla conseguida a base del esfuerzo de varios dias sin afeitar. Entonces se dijo: "creo que va siendo hora de quitarme esto..."
Con un esfuerzo que se acercaba a lo sobrehumano, verle levantarse parecía ver a un hombre con 20 flechas clavadas en su torso, luchando por ponerse en pie ante el adversario tristemente vencedor. Cuando se miró en el espejo, el paronama no mejoraba y mostraba un paisaje dantesco con largas sombras de penumbra bajo sus ojos. "Qué asco me doy así", pensó inevitablemente.
Y mientras sus brazos ejercían como el soporte de un cuerpo apoltronado sobre el lavabo, se quedó mirando mucha más lejos de lo que el espejo le mostraba, a través de una oscura pupila que le envía al infinito de su ser. Allí pudo ver. Allí quiso ver. "¿Qué hago apiadándome de mi mismo?", "hoy voy a ser diferente" es lo que rondaba por su cabeza, "hoy seré una persona capaz de controlar la corriente que circula por el rápido que supone la vida", "hoy seré el jefe de mi vida".

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