Me he llevado el olor de tu piel conmigo, en mis dedos. Recurro a ellos para evocar tu imagen, para recordar con lo que tantas veces me desperté en la noche. Olores perfumados, intensos, que me envuelven en un ambiente selvático, húmedo, ancestral. Siento volver a mis orígenes, donde todo comenzó, donde todo debería acabar. En tu imagen me estás mirando. No me mires así, me trastorna. Me ahoga en la locura de un deseo actualmente inalcanzable. Tus ojos me hablan y yo no puedo responderles. Ya comienzo a restar las horas que me quedan para verte de nuevo.
"Quédate conmigo, no te vayas", frases que retumban de nuevo en mi cabeza, una y otra vez, rebotando de un lado a otro entre las paredes de mi cráneo. Constantemente me alejo mentalmente de lo que me rodea, para poder visitarte. Recurro a mis dedos, al aroma de tu piel impregnado en ellos.
Tras unos minutos, vuelvo con oxígeno nuevo a la atmósfera que me rodea cuando tú no estás y de la que tantas veces huyo para volver a ti. Retomo lo que estaba haciendo, justo antes de aspirar parte de tu alma, de tu aire, y vuelvo así a sumergirme en la realidad en la que vivo. Tu esencia penetra en mi, a través de los sentidos; pero te saboreo en mi incosciente, con los ojos cerrados, con los sentidos apagados, para que no se me escape nada de ti, para llenarme de nuevo, para volver a ti...
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