
Abro mis ojos. No sé qué hora será. No me importa. El tiempo ha dejado de existir por el momento. Ahora el aire fresco que entra por la ventana se vuelve aire gélido en mi piel. Pero no me resisto a dejar de sentir esa sensación. Al final de la cama ha de estar el resto de sábana que necesito para convertir mi piel en una doble capa. Me giro, y ahí está ella, cual Eva pecadora expulsada del cielo, a quien no le importa salir del Paraiso para acercarse a otro mucho más terrenal. Ahora me doy cuenta. Ésta es la segunda piel que necesito. La abrazo, me fundo en su calor que emana permanentemente de un cuerpo aterciopelado. De vuelta a la paz, si es que alguna vez me fui. Me siento...bien. Mi mente empieza de nuevo a nublarse. Las paredes cada vez se vuelven más borrosas. Vuelvo a dejarme llevar por el sueño. Vuelvo a olvidar la noción del tiempo, si es que alguna vez regresó. Sólo noto como me guarda con ella al aferrarse al brazo que le cobija. Cierro los ojos.