Si bien mostraba siempre una impasibilidad sorprendente, su corazón estaba siempre plagado de grietas...
Mis ojos siguen estando en ti, devuélvemelos. No puedo, o no soy capaz, de decirte (quizás es lo mejor) que desde que te conocí no ha habido nadie igual. No puedo ni siquiera insinuar que busco en otras personas lo que descubrí en ti y que en realidad me siento vacío cuando no lo encuentro. No quiero rebajarme (maldito orgullo) y decirte que, una parte de mí, te sigue queriendo tanto como el primer día. Sentimiento inconfesable el que guardo. ¿Doy pena, verdad? No puedo si quiera imaginarme una vida contigo, y tampoco la veo sin alguien como tú. Todas estas contradicciones van a acabar por fundir algún cableado neuronal, así que creo que no saldré con nadie más. Me escucho y me descojono en mi propia cara, menuda gilipollez la que adabo de soltar. No podemos evitar vivir en el deseado sufrimiento del amor. He intentado borrar los recuerdos en la piel de otras personas. No pude. No se puede eliminar ese recuerdo grabado, incapaz de aceptar un fracaso de un historia que no debería haber acabado así. De este modo, veo desde aquí, que la vida pasa y yo sigo guardando, aferrado a ella, tu fotografía , siendo incapaz de hacerla desaparecer. Me golpeaste tan fuerte, en todos los sentidos, que mi triste alma solitaria busca un amor imposible, dañada para siempre...
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