
Encontrándonos ya en el anochecer, tras descubrir quién soy, asumo mi deseo de adentrarme en los infiernos a través de las puertas que Rodin, y ver qué hay detrás de esas flagrantes llamaradas de duración eterna. A medida que las pesadas puertas se van abriendo lentamente ante mí, mostrándome los secretos que durante tantos siglos se han encontrado ocultos, mi cara se va iluminando. Una tensión empieza a nacer en el fondo de algo que considero está siendo más persona que nunca, mi ser, mi sino. Un deseo prohibido me regala el tic tac de mi corazón, el bombeo de una sangre caliente y rojiza. Nado ahora en un mar de fuego, y me encanta. Buceo en las profundidades de las sensaciones más troposféricas, que curiosamente, abren un camino hacia el cielo. Es entonces cuando descubro que cielo e infierno están separados por una fina capa, y que aunque no veamos que se encuentra ahí, lo oscuro te lleva a la luz y la luz te lleva a lo oscuro.
Ven a mí, ven junto a mí. Acompáñame en el camino que nos invita a una interesante cena de fin incierto, con el siempre buen anfitrión Hades. Paradójicamente, en el tenebrismo de esta noche es cuando veo con mayor claridad; cuando mi pequeño diablo me dice "yo también estoy aquí, y yo también soy tú". Ahora eres libre como yo. Bailemos una danza de fuego que nos lleve en una ascensión directa a los infiernos más divinos.